CATALEJO

Apoyo al educador Claudio Solís Cortés

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COMIENZO POR ACLARAR: no estudié en el Liceo Javier. Tres primos míos se graduaron de ese colegio y así comencé a interesarme en averiguar de la calidad de la enseñanza del establecimiento, sobre todo en sus valores. Cuando me tocó escoger colegio para mis hijos, decidimos con mi esposa enviarlos a esas aulas, por cierto muy cercanas a la casa donde vivíamos entonces. Se graduaron y la forma como viven su vida confirma la certeza de la decisión. Los dos hijos de un primo estudiaron y se graduaron allí, así como un sobrino, un nieto y una nieta. El otro se graduará este año y quedan otros tres en las aulas. Mi entorno familiar es javierano.

POR SUPUESTO, Y LO tengo claro, de las aulas del Liceo Javier han salido personajes cuyas acciones demuestran haber olvidado o no aceptado esos valores. Algunos se dedicaron a la política y se adaptaron alegremente a la inmoralidad; en al menos otro caso, se convirtieron en autonombrados líderes religiosos de valores muy cuestionables. También es necesario decirlo. Los jesuitas pueden ser criticados —por ejemplo porque hablan institucionalmente, sin personalizar, pero no se les puede señalar de poco preparados académicamente ni de no ser educadores. A eso se han dedicado por siglos. Y la calidad académica javierana en Guatemala es incuestionable, porque miles de graduados de todas las disciplinas profesionales aplican esos valores a la realidad nacional.

NO CONOZCO AL EDUCADOR Claudio Vinicio Solís Cortés, ni a los padres del joven estudiante Edward Alexander Aldana Fuentes, cuya muerte estruja el corazón de cualquiera. Cuando ocurrió la tragedia, como era de esperarse, el colegio actuó con plena colaboración, y sus autoridades decidieron colocarse en una prudente posición, en espera del resultado de las investigaciones. Me molestó muchísimo ver los numerosos mensajes en contra del colegio a través de las redes sociales, porque estaban demasiado bien escritos, como si alguien interesado tuviera a varias personas mandando versiones parecidas bajo nombres falsos. Es una práctica común. A mi juicio es usada en la municipalidad capitalina cuando al señor Arzú se le critica.

PERO AHORA, HA LLEGADO el momento de alzar la voz. No es posible: el Ministerio de Educación suspende a un director en una forma no solo ofensiva a la dignidad personal, sino al dolor de la familia, convertida en un instrumento de venganza, de estupidez o de mala fe. Todo esto sucede en un ambiente político donde la constante mención a Dios de los discursos presidenciales hace dudar de la sinceridad de las expresiones, y también se puede considerar como una venganza porque el Liceo Javier fue una de las primeras instituciones educativas con la entereza de haberse pronunciado en contra de la corrupción, al principio de las manifestaciones del parque central. No invento nada: simplemente hago el trabajo de unir hechos comprobables.

TODO ESTO NO EXCLUYE la necesidad de investigar la desgracia y la fatalidad de la muerte de Edward Alexander, ni de dejar de compartir el indescriptible dolor de los padres y sus otros familiares. Pero es indignante el burdo intento de acabar con la vocación y el apostolado educativo de un hombre digno, a quien se le quiere responsabilizar de algo de lo cual no es culpable. Y también la intención de desprestigiar al colegio, cuya tarea beneficiosa para la sociedad guatemalteca no puede ser puesta en tela de juicio como consecuencia de una tragedia provocada indirectamente por la decisión, consecuente con sus valores de solidaridad, de permitirle a jóvenes de otros niveles económicos utilizar no solo las instalaciones, sino recibir los valores.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.

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