ENCRUCIJADA

Corporativismo en pleno

Juan Alberto Fuentes Knight

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Guatemala necesita puentes, bisagras o articulaciones entre distintos sectores para evitar la polarización y para contribuir a que surjan nuevas trayectorias de desarrollo económico y social que aseguren el bienestar de las mayorías. Pero cuesta encontrar esos puentes frente al extremismo, la falta de argumentos serios, la exageración y el uso del miedo para defender posiciones políticas de manera intransigente.

La semana pasada vimos cómo el CACIF, organización gremial con una exigua representación social pero con amplio poder económico, era capaz de influenciar de manera determinante al Congreso, de articular fuerzas conservadoras y de inundar los medios de comunicación con un mensaje simplista, de miedo y de confrontación. Vimos al corporativismo guatemalteco en acción, sin rendirle cuentas a nadie.

La homogeneidad de su dirigencia, en un país tan diverso, delata su poca representatividad. Es evidente el contraste entre este corporativismo homogéneo y concentrado y una mayoría guatemalteca diversa y dispersa. Y tenemos un régimen político con partidos políticos débiles, que dejan abierto el espacio para que un grupo político encubierto, como el CACIF, defienda con fuerza sus intereses gremiales. Tampoco encontramos grupos alternativos, sindicales, gremiales o sociales, que limiten de manera efectiva el ejercicio del poder de este corporativismo empresarial.

Por otra parte, somos un país extremadamente diverso, con culturas y modos de vida que nos diferencian, con historias más prolongadas que la historia de Guatemala como país. Somos un archipiélago de identidades. Somos una suma de diversidades, y la complejidad del debate sobre el pluralismo jurídico lo refleja.

Como parte de esa diversidad contamos con sistemas jurídicos diferentes, con alcances y grados de profundidad diversos, diferenciados según la región de que se trate. Ocurre algo parecido con la medicina indígena o vernácula: coexiste y a veces, aunque no siempre, puede sustituir a la medicina occidental. No la amenaza: la medicina occidental y la tradicional se complementan entre sí, especialmente en un país donde existen grandes espacios sin Estado, donde no llegan ni la medicina ni la justicia oficial.

Pero lo que hemos visto en los últimos días es la imposición de una manera de interpretar la vida y de ejercer el poder que se impone a esa mayoría diversa y compleja que caracteriza a Guatemala. Es la imposición de la minoría homogénea que tiene su origen en un concentrado poder económico y en una historia de intransigencia que no logran dejar atrás, a pesar de los esfuerzos de algunos de sus dirigentes y a pesar de un sistema de justicia que comienza a imponerles límites. Pero la percepción general es que cuando el CACIF se opone a algo, no hay fuerza que logre avanzar en sentido contrario. Es el veto de la minoría homogénea que se impone a la mayoría diversa.

En la democracia nadie debería tener la capacidad de ejercer un poder de veto. La democracia implica cierta incertidumbre, cierto espacio para que ocurra lo inesperado, porque no hay ninguna fuerza que de manera solitaria y autoritaria pueda imponerse. La democracia abre espacios para cierta experimentación, siempre sujeta al estado de derecho que hace que esa democracia también sea una república, que limita los abusos tanto de las minorías como de las mayorías. Pero lo que ahora vemos es muy lejano a una democracia republicana, en que la mayoría hace prevalecer sus intereses sujeta al estado de derecho. Lo que presenciamos es una minoría homogénea que se impone.

Fuentesknight@yahoo.com

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