CON NOMBRE PROPIO

¿Crisis política o crisis judicial?

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El estribillo de “politizar la justicia o judicializar la política” se repite como loros. Luego se arma una dicotomía entre “institucionalidad” y “persecución penal”, para terminar con que “hay golpistas que buscan romper el esquema democrático”.

Una República existe, en primer término, para controlar el poder y así asegurar la igualdad entre gobernantes y gobernados. Una República que no garantice la igualdad entre unos y otros no es República. Por ejemplo, el artículo 56.3 de la Constitución Española dice: “La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad”. Eso funciona allá en España, porque es Monarquía.

Debemos tener claro que nuestro horizonte no tiene, bajo la inercia que llevamos, ninguna posibilidad de mejora. La crisis política solo puede agravarse, y basta ver la “genialidad” de la visita presidencial a los ganaderos. La desaceleración económica es evidente, la disminución del crédito lo muestran las gráficas, la pérdida de empleos formales es cuestión de tiempo, la baja ejecución presupuestaria pública no tendrá parangón.

Se habla de diálogo, y la idea “suena bonita”, pero bajo estas condiciones un diálogo empieza con una amnistía para el presidente y para los congresistas que aprobaron la monstruosidad de reforma al Código Penal; por consiguiente, el diálogo busca, desde cualquier perspectiva, “politizar la justicia”. Se ataca al Ministerio Público diciéndole que ha sido “selectivo en su persecución”, y ahora, para salir la crisis, se le quiere “imponer la selectividad”, porque debe olvidarse de los delitos de los congresistas y del presidente, para garantizar la “estabilidad”, así de circular el argumento.

La Cicig estuvo dirigida por años por Francisco Dall´Anese, un comisionado que no aportó nada a la institución y menos al país, de hecho, desde esta esquina señalamos que bajo esa dinámica, la Comisión debía o reinventarse o irse. Su reinvención sucedió y está a la vista, es lógico que como cualquier institución pública reciba críticas y estas deben asumirse. Una República que no critica a sus instituciones no es República. Dall´Anese jamás hubiese tenido una crisis como la que atravesamos, su actuar jamás hubiese representado un riesgo para el poder.

El presidente pide la cabeza de Iván Velásquez no porque “haya excesos”, no porque “en el país se abuse de la prisión provisional” (la oficina del Procurador de los Derechos Humanos lo viene diciendo por más de 25 años y hasta ahora muchos se dan por enterados), la quiere porque le urge dar el mensaje de que en mayo elegirá un fiscal general que “no moleste”, el propio presidente del Colegio de Abogados afirmó que el país no requiere de una Cicig, “los juristas” estiman que podemos solos combatir los aparatos clandestinos de poder (a los hechos me remito). Por si fuera poco, la Cicig ha coadyuvado en investigaciones que han dado indicios de que el mismo presidente podría estar metido en delitos y dos de sus más cercanos familiares enfrentan proceso, así que acá hay un tema personal y no institucional.

El gran Eduardo Galeano señalaba: “La justicia es como las serpientes, solo muerde a los descalzos”, y por ello, ahora que se ha tocado a gente con muchísimo poder, existe resistencia, jamás un presidente y general se habría ido a la cárcel por ladrón si no fuera por el esfuerzo que se ha hecho.

Acá la crisis política se quiere enfrentar matando el andamiaje judicial que se basa en la independencia del juez, y todos sabemos que el Organismo Judicial es precario y poroso, así que buen chance de éxito existe. No nos estamos jugando un tema fácil, debemos responder a nuestra República, y esto exige pelear por la igualdad ante la ley. ¿Se apunta?

ESCRITO POR:

Alejandro Balsells Conde

Abogado y notario, egresado de la Universidad Rafael Landívar y catedrático de Derecho Constitucional en dicha casa de estudios. Ha sido consultor de entidades nacionales e internacionales, y ejerce el derecho.