IDEAS

Cuando menos es más

Si algo se debiera haber aprendido ya luego de tanto fracaso, es que mientras más compliquen el pago de impuestos, peor estamos todos. No se ha aprendido, pero no pierdo la esperanza de que algún día la cordura finalmente cale en la mente de los funcionarios públicos. El esfuerzo actual de varios grupos por simplificar los impuestos adolece del problema de proponerlo solo para un grupo y no para todos, pero es un buen intento y abre nuevamente la discusión impositiva. Para contribuir al diálogo, quiero plantear nuevamente la propuesta que simplificaría considerablemente la vida, tanto para los tributarios como para la SAT, liberando inmensos recursos para el desarrollo de los guatemaltecos.

Centro mi propuesta en dos impuestos, el ISR y el IVA, ya que los demás, aparte de recaudar poco, en su mayoría son inconstitucionales.

Como siempre, expreso mi total rechazo a la existencia del ISR, pero eso ya lo he tratado extensamente. Hecha esa salvedad, paso a mi propuesta.

Me baso en dos premisas básicas: a) mientras más fácil y “baratos” sean los impuestos, más posibilidades hay de que los paguen todos los tributarios, y b) la facilidad de calcular y pagar, así como una tasa percibida como “baja”, reduce los obstáculos o “desincentivos” para operar en la formalidad.

Propongo que el ISR se enfoque en el régimen en el que se paga un porcentaje fijo sobre las ventas, al cual propongo que se le baje la tasa al tres por ciento de lo facturado. Justifico esta tasa en el hecho de que históricamente el promedio de las utilidades sobre las ventas de todas las empresas está por debajo del 10%. En Guatemala, pero tengo indicios de que no es muy diferente, basado en las mismas propuestas de la SAT. Si usamos como base ese 10% y le aplicamos una tasa del 25%, nos da que, en promedio, la mayor parte de empresas pagan un porcentaje menor al 3% de su facturación en ISR. Así que, ¿para qué hacer complejo el sistema —con todas las disputas entre tributarios y SAT que ello conlleva— cuando se puede llegar a un resultado similar de una manera sencilla, fácil de calcular, fácil de pagar y en donde se acaba la discreción de ambas partes? Este solo cambio liberaría muchísimos recursos que ahora se utilizan para cumplir con las leyes fiscales para usos más productivos. Asimismo se liberarían muchos recursos en la SAT que se podrían dedicar única y exclusivamente a velar porque se facturen todas las ventas.

En el caso del IVA propongo un régimen similar, en el cual las empresas y personas puedan deducir hasta el 90% de sus ventas en IVA de compras, sin ninguna revisión adicional de parte de la SAT —o sea, como funciona actualmente el régimen del ISR arriba mencionado—. ¿De dónde saco ese 90%? Del mismo argumento utilizado arriba, en donde se presume un 10% de utilidades sobre las ventas. Si tiene esas utilidades no debiera tener más del 90% de costos, y generalmente debiera ser un tanto menor porque el pago de planillas no incurre en IVA. Los efectos serían los mismos: se liberan recursos y la SAT solo debe ocuparse en velar porque se facturen todas las ventas.

Un sistema así, adicionalmente, reduciría los obstáculos para la formalidad, lo que se traduciría, con el tiempo, en un incremento considerable de la base tributaria. Esto, sin contar que los recursos que se liberarían, más las inversiones que se atraerían, incrementarían la economía, lo que a su vez se traduciría en mayores ingresos tributarios. ¿Por qué no animarse a hacer algo tan de sentido común?

Fb/jjliber

ESCRITO POR:

Jorge Jacobs

Empresario. Conductor de programas de opinión en Libertópolis. Analista del servicio Analyze. Fue director ejecutivo del Centro de Estudios Económico-Sociales (CEES).

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