SI ME PERMITE

Cuidado, está dejando huella

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“El regalo más grande que puedes dar a los demás es el ejemplo de tu propia vida”. Bertolt Brecht

En nuestra sociedad y a cualquier nivel donde hay relaciones, lo más común es encontrar a aquellos que se ocupan en dar órdenes y los que tienen que cumplirlas, como en los casos donde hay un jefe y subalternos, normalmente no hay escapatoria: o se cumple o pierde. Es evidente que la relación es más de tolerancia que de simpatía y esto genera un desgaste inevitable.

Por otro lado también están aquellos que simplemente hacen lo que tienen que hacer, pero sin darse cuenta nunca falta quien los observe y hasta los llegan a imitar porque aprecian y disfrutan ver a alguien en el cumplimiento de su deber. Con el tiempo los que observaban se dan cuenta de que ahora están simplemente caminando en las huellas de la persona que admiraron.

Ante esta verdad expuesta, tenemos que aprender a no desgastarnos en sermonear a nuestros subalternos. Es mucho mejor corregir nuestro modo de ser al extremo de que estos nos lleguen a admirar y luego sigan la modalidad. Este ejemplo es aplicable a la formación de padres a hijos, de maestros a estudiantes, así como también a la rutina de los jefes en el trabajo con los empleados a su cargo.

Nunca falta la anécdota de aquellas personas a las que se les pregunta por qué hacen algo y dónde lo aprendieron y terminan con la remembranza de algún momento en la vida y reviven a alguien que hacía algo de tal modo que dejó una marca y ellas no hicieron más que seguir las pisadas de quien conocieron en el pasado. A la verdad, nadie se los pidió y tampoco los condicionaron, pero en su mente quedó la huella o el patrón ,de tal modo que hoy siguen paso a paso lo vivido en el pasado.

Si la realidad tiene este tipo de registros, nos pone en una encrucijada que no podemos evadir: se nos observa y luego se nos imita para que finalmente llegue a integrarse a la vivencia cotidiana. Solo un ejemplo de lo más sencillo en mi modo de trabajar: la manera de presentarme al trabajo, que no es más que una etapa formativa al inicio. Pero cuando pasa el tiempo me doy cuenta de que he integrado el ejemplo de mis compañeros con tal de armonizar con ellos, y termino integrando su ejemplo.

La principal interrogante que me tengo que hacer es: ¿Cómo estoy desempeñando lo rutinario de la vida? Porque de un modo u otro somos observados. Aún podríamos predecir cómo será nuestra próxima generación a partir de cómo somos nosotros. Claro está que para quejarnos o reclamar no necesitamos tomar ningún curso y nos sobra la capacidad y el conocimiento, pero para cambiar y mejorar debo hacer un alto, evaluarme y determinar dónde quiero terminar.

Recuerdo que cuando era cajero, en mis años mozos, tenía un compañero que cuando contaba el dinero a cada 10 billetes levantaba la vista y acompañaba un gesto particular en su rostro. Lo comenté a un compañero que llevaba años en ese departamento, quien no hizo ningún comentario. Un día llegó uno de los cajeros, que se había retirado por su edad, para ayudar, porque faltaba uno. Mi compañero me llamó y me dijo: “Mira al viejo cajero para tu respuesta”. Concluí en que el joven cajero era la fiel copia del señor que se había retirado.

Usted y yo estamos reproduciendo copias, así que ojalá que estas sean para admiración y estímulo para mejorar y no para avergonzarnos.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.

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