CON NOMBRE PROPIO

De los delitos y las penas

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La colectividad, con el objeto de defenderse de quien atente contra sus valores y derechos fundamentales ha matado y así ha desechado a quien pretenda dañar o contaminar al prójimo. A eso llamamos pena de muerte.

El fin del Estado es el bien común, ese es su objetivo. En 1764, un ilustre milanés escribió un pequeño ensayo titulado De los delitos y las penas. El autor se llamaba César Bonesana y se le conoce como el Marqués de Beccaria. El Marqués llevó al debate sobre los delitos y penas una serie de aspectos que pululaban en el ambiente y que él pudo plasmar lo difícil con claridad, tanto para el legislador ordinario como para los jueces.

Juan Jacobo Rousseau influyó en el Marqués, buena parte de su alegación radicó en señalar que al decidir vivir en comunidad dentro del Estado cedimos parte de nuestra libertad individual. Esa libertad individual solo podrá limitarse por ley, pero jamás ninguna ley podrá disponer de nuestra vida, porque si esto fuera así minaríamos esa cesión de libertad para convertirse en un todo. “Ningún hombre ha dado gratuitamente parte de su libertad con solo la mira del bien público: esta quimera no existe sino en las novelas”, señaló el Marqués. El precio de vivir juntos es conseguir seguridad, entre otras cosas. Para entender bien el asunto y decirlo en palabras sencillas, si el Estado puede matarnos, podrá hacer con la ley lo que quiera porque, “quien juzga lo más, juzga lo menos”, o bien, “quien dispone de lo más, dispone de lo menos”. Así de fácil.

El Marqués de Beccaria argumenta sobre lo difícil que es probar los hechos frente a un juez imparcial, y aunque no lo llama de esa forma, concreta lo que conocemos como “error judicial”, que en pocas palabras es cuando se declara culpable a un inocente. Casos existen por granel.

También existen teóricos fuertes y sustentados que reclaman la vigencia de la pena de muerte, han escrito tratados, libros y ensayos a lo largo de la historia para justificar su aplicación, sus argumentos existen y vaya uno a saber que más de alguna vez los que hemos estado en contra de esa pena hemos dudado de nuestras convicciones, sobre todo que en el día a día vemos los efectos del delito pero poca preocupación nos ocupan las causas.

Quizás nuestros hijos puedan debatir sobre los argumentos en torno a la pena de muerte, en este momento es absurdo pensar en ella. Antes que nada se requiere de un sistema de justicia que garantice el debido proceso y la tutela judicial efectiva, lo cual solo podrá ser realidad si existe una carrera judicial fuerte que respete la labor del juez y si se concreta la especialidad del juez y magistrado en las áreas que él mismo se ha preparado y estudiado, sin eso es imposible entramar un nuevo sistema judicial. Eso, a la fecha, no existe.

Si usted está de acuerdo con la pena de muerte debe buscar un sistema de justicia fuerte, busque una carrera judicial y la especialización del juez como regla. La historia es una paradoja, porque la reforma constitucional presentada es defenestrada por quienes avivan la pena de muerte, pero es el único esfuerzo concreto para minimizar el error judicial, es evidente que no hay claridad en lo que es la labor de los juzgadores.

Buscar la pena de muerte como ocurrió en tiempo de la dictadura no es opción.

Por eso usted lea y decida. La pena de muerte, con lo que tenemos hoy, es una amenaza para todos y el paisaje actual no permite, por elemental prudencia y congruencia, ni debatirla. Primero hablemos del sistema de justicia y luego de las penas. ¿No lo cree?

@Alex_balsells

ESCRITO POR:

Alejandro Balsells Conde

Abogado y notario, egresado de la Universidad Rafael Landívar y catedrático de Derecho Constitucional en dicha casa de estudios. Ha sido consultor de entidades nacionales e internacionales, y ejerce el derecho.

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