EDITORIAL

Días en que cambia la dinámica del país

El bullicio citadino da paso a uno de los capítulos de mayor solemnidad en las principales ciudades de Guatemala, con los cortejos procesionales más esplendorosos del mundo y de los más vistos por miles de fieles creyentes, pero también de turistas, propios y extraños, que en esta época visitan el país para admirar el paso de históricas imágenes que encienden la devoción.

Sin embargo, en los últimos años, un creciente número de guatemaltecos comparten la conmemoración religiosa con actividades recreacionales o visitas a su departamento natal, precisamente para aprovechar el asueto más largo del año, lo cual implica un masivo desplazamiento por las carreteras del país, con lo cual buena parte de los esfuerzos se concentran en la prevención de accidentes viales, ya sea de vehículos particulares o del transporte colectivo.

En buena medida, los medios de comunicación y entidades gubernamentales dedicadas a la seguridad y la prevención han hecho un valioso aporte en reducir las estadísticas trágicas, pero pese a las intensas campañas y reiterados llamados, no se ha logrado llegar a una cifra menor de víctimas, puesto que no todos los vacacionistas toman las debidas precauciones y en muchos casos, debido a la demanda de servicio, los pilotos de autobuses extraurbanos se ven tentados a sobrecargar las unidades, hacer más viajes de los que humanamente es posible manejar con eficiencia o no someten los automotores a una debida revisión.

De hecho, los generalizados llamados a respetar las medidas de seguridad y ciertas previsiones, como la prohibición al transporte pesado de circular durante el asueto, la prueba del nivel de alcohol en la sangre de los conductores y la instalación de puestos de socorro constituyen estrategias loables en favor de una mayor seguridad en sitios de destino y carreteras.

Es notorio también el movimiento económico alrededor de la prestación de bienes y servicios, que constituye un punto clave en las proyecciones gananciales de muchas empresas, pero también de cientos de particulares que, desde la economía informal, aprovechan las grandes aglomeraciones de vacacionistas y fieles que acuden a las procesiones.

Ambos aspectos conllevan una fuerte carga vehicular hacia diversos núcleos urbanos, pero sobre todo en el Centro Histórico, que suele concentrar la mayor actividad devocional y la mayor afluencia de personas, con lo cual llegan los consabidos congestionamientos de tránsito, que deben ser tomados con paciencia, puesto que la elaboración de alfombras o el paso de cortejos implican cierres momentáneos de calles.

A ello se debe que en los últimos años las autoridades dedicadas a la regulación del tránsito han optado por limitar el ingreso a la zona 1 en días como hoy y Viernes Santo, en vista de las complicaciones en la movilidad. Esto de alguna manera tiene un aspecto positivo porque permite a los peatones adueñarse de los espacios y a familias enteras transitar con tranquilidad, algo prácticamente imposible el resto del año.

Sin embargo, debe prevalecer el espíritu de meditación propio de estas fechas, propicias también para la revisión constructiva de actitudes y conductas concretas cotidianas.

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