LA BUENA NOTICIA

Dios y hombre

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En una semana celebraremos el nacimiento de Jesucristo. En aquellos tiempos no había registro de los nacimientos de las personas. Por eso la fecha del de Jesús es desconocida y fue objeto de cálculos piadosos e ingenuos mucho después de su resurrección. Como en Jesús todo es perfecto, ya que es Dios, —ese sería el razonamiento— el inicio de su existencia mortal debía coincidir con el fin de la misma. Es decir, que su concepción habría tenido lugar el mismo día de su muerte. Pero hay que saber que todavía hoy, también la fecha de la muerte de Jesús es objeto de debate. Por eso no debe sorprender que antiguamente se llegara a resultados diversos. Según el cálculo que prevaleció en Occidente, Jesús habría muerto un viernes 25 de marzo. Según el cálculo que prevaleció en Oriente, Jesús habría muerto un viernes 6 de abril. Por lo tanto, habría sido concebido en una de esas fechas y habría nacido nueve meses cabales después. Así se estableció el 25 de diciembre como la fecha para la celebración de la Navidad en el Occidente latino y el 6 de enero para la Epifanía de los orientales. Ese esfuerzo por determinar la fecha de la concepción y posterior nacimiento de Jesús a partir de la fecha de su muerte manifiesta la convicción de que en su condición humana reverberaba también su divinidad.

La determinación de la fecha del nacimiento de Jesús fue un esfuerzo posterior a la redacción del Nuevo Testamento. Pero el texto bíblico da cuenta de otro hecho acerca del origen de Jesús en el que también su humanidad y su divinidad se expresan claramente. Su concepción fue obra creadora de Dios en las entrañas de una joven mujer llamada María. Sin que esta mujer tuviera relaciones sexuales con ningún hombre, ni siquiera con el que estaba comprometida en matrimonio, ella comenzó a ser madre. Llama la atención que tanto el evangelista Mateo como el evangelista Lucas, que relatan historias muy dispares acerca de los acontecimientos que rodearon el nacimiento de Jesús, coincidan en este punto. Y ambos dan a entender que lo que narran acerca de la concepción virginal de Jesús es hecho real. Es obvio que la embriología no es capaz de explicar este hecho singular. Como tampoco hay explicación natural para la resurrección de Jesús, que los cristianos creemos que fue real, corporal, que dejó su huella histórica en la tumba vacía y quizá también en la sábana santa que se venera en Turín.

La concepción sobrenatural de Jesús manifiesta su identidad. La maternidad real de María es la garantía de la humanidad real de Jesús. En términos obstétricos: Jesús tuvo ombligo. Sin embargo, su concepción virginal es un indicador de su condición divina. Fue concebido, no como resultado de una decisión humana, sino cuando Dios quiso y como Él quiso. Su identidad personal se remonta al mismo Dios. Su concepción virginal es la huella física de su origen y condición divinos: Él es Hijo de Dios, Dios-con-nosotros,? immanû-?el. Esa es la fe cristiana.

mariomolinapalma@gmail.com

ESCRITO POR:

Mario Alberto Molina

Arzobispo de Los Altos, en Quetzaltenango. Es doctor en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico. Fue docente y decano de la Facultad de Teología de la Universidad Rafael Landívar.

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