SI ME PERMITE

Disciplina del diario vivir

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“La disciplina consiste en saber conciliar dos necesidades de la vida diariamente opuestas en sus justos límites: la obediencia puntual para mantener el orden y la libertad e independencia, propias del género humano”. Wallace Stevens

Todos los mortales tenemos igual oportunidad en iniciar el día y llegar a concluirlo, la gran diferencia es lo que hacemos con él y cuanta disciplina aportamos para que al final del día concluyamos con logros o fracasos.

No es extraño buscar culpables cuando no alcanzamos nuestros cometidos, y en el otro extremo olvidarnos que otros también tienen parte para lograr lo que está a la vista. Este entendimiento únicamente puede ser formativo y cuando más temprano en la vida se tiene es mucho más provechoso. Se proyecta esta formación en frases tan comunes como “con permiso” y “muchas gracias” y, claro está, quien escucha las frases sabe cuán genuinas son o si constituyen simplemente parte de una retórica.

Sabios son aquellos que son disciplinados en los detalles del quehacer diario; no solo lo observan, sino también lo asimilan para integrarlo en sus vidas y mejorar su persona y enriquecer las relaciones que se suman cada día de la vida.

Cuando iniciamos la vida no hay duda de que no solo queremos progresar sino mejorar, y no simplemente hacer lo que nos toca hacer. Cuando observamos a los que están en nuestro derredor, percibimos cómo algunos en lugar de ir ascendiendo están en simple y pobre decadencia. Por tanto, vale la pena evaluar la manera como utilizamos el tiempo en la vida.

Todos tenemos ideales y sueños y para alcanzarlos, el primer ingrediente que debemos tener es la disciplina no solamente para iniciar, sino para terminar lo propuesto. Cada día que el buen Dios nos da, desde el momento que nos proponemos dejar la cama, no nos disciplinemos solo por el deber, sino también porque queremos. Así, a cada etapa de la vida enmarcada con sus propias rutinas nosotros agregamos el ingrediente de disciplina.

Cuando nuestras obligaciones tienen que ver con trato de otros mortales, nuestro rostro debe reflejar no solamente nuestro sentimiento, sino nuestra voluntad: es porque queremos. Cuando el caso de nuestra ocupación es trabajar, por ejemplo, con materiales o productos no importando cuál sea, mostremos en nuestro rostro la determinación de llegar a donde nos hemos propuesto.

Cuánta verdad tiene el proverbio que dice “de la abundancia del corazón habla la boca”, y esto es verdad aun cuando vemos a aquellos que entre dientes hablan mientras están sacando la tarea. Si lo que se dice es propositivo es porque hay una voluntad de hacerlo, pero si es queja y fastidio, es un desahogo que aparte de no ayudarnos nos hace reflejar que no podemos manejar los sentimientos imprevistos.

Vestirnos y arreglarnos es algo de rutina, y los que nos rodean lo observan y sacan sus conclusiones. Pero nuestro ser y la formación que se lleva dentro también tiene que compaginar con lo que proyectamos en el rostro y en las palabras que usamos.

Sin duda si pudiéramos corregir nuestro modo de vivir con disciplina, mejoraría nuestra salud y también las relaciones interpersonales y, además de un mundo ecológicamente más sano, tendríamos también gente más sana. De este modo la herencia que dejaríamos sería más favorable para recordarnos y también copiarnos.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.

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