EDITORIAL

Dulces para los electores

La actual legislatura no se atreve a dar pasos osados, pero necesarios y urgentes, para transformar realidades que mantienen al sistema secuestrado por políticos incapaces de ir más de allá de sus particulares intereses. A ello obedece que cada reforma sobre cualquier ley se ve sometida al manipuleo de quienes no pueden cesar en su afán de búsqueda del beneficio propio.

La Comisión de Asuntos Electorales del Congreso se encuentra afinando los últimos detalles para una serie de enmiendas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, con las cuales se busca acercar más a los candidatos a las comunidades donde están los electores y para ello se fortalecería la elección por distritos.

Para el sistema electoral guatemalteco sería una novedad, pues permitiría que en muchos municipios o amplias comunidades se pueda elegir de manera directa a sus diputados, aunque en la propuesta conocida hasta ahora no se elimina el listado nacional, de ingrata huella para los procesos electorales, que seguirá siendo un club al cual casi siempre solo acceden quienes pueden pagar por obtener ese privilegio.

En el caso de los distritos electorales, Guatemala es uno de los países más rezagados en esa modalidad, lo cual se explica por la perversión en la que incurren muchos políticos, que ni siquiera pertenecen a la comunidad a la cual pretenden representar pero escalan posiciones de privilegio, empujados por vergonzosas maquinarias electoreras ajenas a cualquiera de las preocupaciones de las comunidades, lo cual podría cambiar un poco con estas modificaciones.

Esta y otras enmiendas podrían presentarse en las próximas semanas y están dentro de las prioridades de más de un sector, pero antes deben aprobarse las modificaciones al sector justicia, cuyo proyecto aún no logra superar las grandes diferencias hoy existentes entre quienes lo ven como algo ineludible y aquellos que se resisten a cambios de fondo para el Poder Judicial.

Son prioritarias las reformas a la Constitución como esta eventual actualización a la Ley Electoral, pero estas últimas también corren el riesgo de no pasar de la manera deseada. En efecto, cambios como el de los distritos electorales podrían no entrar en el siguiente proceso electoral, sino hasta el 2024, lo cual constituye un contrasentido, por la enorme importancia de ese modelo, pero que una vez más quedará en manos de una de las legislaturas más cuestionadas.

La elección en pequeños distritos, opción existente en varios países, puede facilitar la participación de representantes de las comunidades, lo cual daría un paso enorme para llevar a personas más cercanas a los vecinos al máximo órgano de representación nacional y también porque podría representar una depuración para candidaturas foráneas.

Estas enmiendas podrían llegar al pleno a mediados de mayo, siempre y cuando no ocurra un retroceso en las reformas constitucionales, que por ahora son más prioritarias. El pleno todavía puede hacer un gran aporte si exige cambios orientados a una profunda transformación de un sistema político anquilosado, amoldado sin pudor alguno a los intereses de políticos incapaces de ver más allá de su nariz.

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