LA ERA DEL FAUNO

El alcalde que odiaba a su país

Juan Carlos Lemus @juanlemus9

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Desde ya deberíamos pagar nuevos impuestos municipales destinados a erigir una talla en piedra del señor don Álvaro Arzú Irigoyen, cuyo blasón habrá de lucir sellos burilados de Carlo Magno y San Luis, rey de Francia, más una sortija de san Carlos Borromeo. Habrá que remozar las mamaderas de la loba. De los hocicos de Rómulo y Remo resbalará, no leche de perra loba, sino palabras en piedra escurridas por el señor alcalde —expresidente, ochenta veces exalcalde—, sus memorables elogios dados al ejército de su propiedad, el Nacional de Guatemala.

La escultura tendrá la altura del edificio de Finanzas, un poco más arriba. A manera de pliegues, a sus pies, con relieves hechos in situ por los mejores arquitectos de nuestra época destacarán figuras que representen a la servidumbre debajo de don Álvaro, encabezada esta por el señor don Fantoche Morales y Cabrera hidalgo, ya con lentes, ya sin lentes, cuyas calzas de tenista ocasional han de ser aderezadas por sus escuderos de la SAAS.

Todo lo cual deberá ser debidamente homenajeado cada viernes cívico y días de tamal, sin falta, so pena de despidos a empleados, en compañía de la Banda Marcial, tan del gusto del señor presidente vitalicio. El acuerdo será firmado en el Nuevo Asentamiento de la Asunción, este Año del Reposo, para rememorar su valentía de enfrentar a la justicia desde la plaza de su propiedad, increpando con indirectas al colombiano, al fulano y al banano.

El señor Odio escurre rencor en sus alardes de amor patrio, pues, cuando se ama lo inalcanzable, tristeza hay. Mucho rencor debido a una ciudad en la imaginación construida. La expectativa anida rencor. Idealizó un pueblón con gente que lo ama y acaba perseguido. Odio ha de sentir aquel que, tras haber sido presidente y cinco veces coronado, ve su país hecho fracaso. Queda arrimarse a las armas.

No constará la verdad en los honores rendidos al señor don Álvaro, señalado por la Cicig y el MP por los delitos de peculado y financiamiento electoral ilícito, lo cual hermana en dolor al Fantoche, al Manipulable. Solo constarán las condecoraciones inventadas, tan valiosas como las del reino de Ottokar donde fue librada la famosa batalla de Zileheroum, en las aventuras de Tintín. En su ciudad de fantasía, llorado por su pueblo, el señor don Arzú Irigoyen, cuya compasión no tiene límites, eligió a Morales como brazo derecho. En la historia del fascismo perfecto sería al revés. Pero este país es surreal. El señor alcalde —amamantado con leche municipal— es quien da protección al supuesto presidente. También la plebe, vengan por aquí, por favor. Bienvenidos sean a contemplar la imagen que han construido. Contemplad —así, en el español de España—, contemplad la imagen del señalado por la Fiscalía de haber negociado bienes y servicios para su campaña política en tratos con Lima Oliva, pagados con fondos municipales. Venerad a vuestro patriarca que usó dineros públicos para su reino de fantasía; ved que no monta a caballo, sino un asno cuyo vozal en los hocicos la hace de vocero; ved que su mayor logro ha sido que pasen los meses sin que se le retire la inmunidad. Esculpid, artistas, jueces a sus pies.

Habiendo ganado la guesha de los Amates, cayó en la cruenta guesha de las playeritas do salió derrotado, no obstante, era más ágil que una tortuga, más noble que una lechuga, su escudo era un corazón.

Escultura al Rencor. El Resentido Municipal. Colérico de piedra. El alcalde que odiaba a su ciudad. Es menester sacar a concurso un nombre para que la plebe bautice la virreinal escultura que será tan enorme como el Peloponeso.

@juanlemus9

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