EDITORIAL

El importante papel de la Prensa

Donald Trump cumple sus primeros 40 días al frente de la presidencia de la primera potencia del mundo, pero su gestión ha despertado más dudas a causa de sus desaciertos y ha profundizado las divisiones con importantes sectores, principalmente con la prensa, cuyas acciones ha intentado descalificar con demasiada frecuencia.

Su encono contra varios medios de comunicación ha llegado a extremos impensables hasta hace poco: vedar el acceso a conferencias de prensa y su último bochorno fue cancelar la tradicional cena de los corresponsales en la Casa Blanca, a la que los presidentes estadounidenses han acostumbrado asistir durante décadas, lo cual ya es mucho decir de los enturbiados aires predominantes hoy en la Casa Blanca.

Los dos medios escritos más importantes de Estados Unidos, The Washington Post y The New York Times, así como CNN, son las cabezas más visibles de una batalla por la defensa de la libertad de prensa, en contra de los abusos y los excesos de una administración que para muchos sectores hay que empezar a ver de manera crítica, antes de que sea demasiado tarde.

Hace pocos días, el Post lanzó una de las frases más retadoras a propósito de esa coyuntura: “La democracia muere en la oscuridad”, con el claro objetivo de empezar a crear conciencia en la población sobre los peligros de una administración adversa al respeto de una de las libertades más sagradas y determinantes en Estados Unidos. La ha convertido en el eslogan de la cabecera tanto en su diario impreso como en su página electrónica.

El domingo pasado, The New York Times hizo lo propio y contrató un espacio de 30 segundos durante la transmisión de la entrega de los premios Óscar con la frase: “La verdad es más importante que nunca”, en una clara alusión a la labor independiente que deben mantener los medios, la cual está muy alejada del autobombo que caracteriza a las versiones oficiales.

La hipersensibilidad presidencial y otras características de su personalidad han provocado incluso la preocupación de otros sectores. Entre ellos, un grupo de psicólogos, que más que atender los posibles desequilibrios de personalidad del mandatario, llaman a no guardar silencio en contra de cualquier abuso o sobre medidas que no se enmarcan dentro de los valores estadounidenses.

La última voz en sumarse a estas preocupaciones fue la del expresidente George W. Bush, quien el pasado lunes destacó el importante papel que juega la prensa en una democracia y sobre la necesidad de respetar su independencia, como única vía para poderle pedir cuentas al poder cuando este se torna “adictivo y corrosivo”, según dijo durante una entrevista con la cadena NBC.

Para muchos estadounidenses quizá la actual confrontación que encabeza el peculiar presidente pueda ser algo novedoso, sin reparar en lo crucial que es para su democracia. Con solo observar a Latinoamérica podrían tener suficientes ejemplos del enorme daño que han causado a la mayoría de estas democracias la intolerancia y perversión de mandatarios todopoderosos afanados en presentar una versión oficial muy distante de la agobiante realidad.

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