LA BUENA NOTICIA

El Maestro

Víctor M. Ruano

|

Jesús continúa su camino hacia Jerusalén. Mientras avanza hacia la entrega de su vida va haciendo el bien, como todo hombre auténtico que sabe vivir para los demás. El Evangelio (Lucas 13,22-30) lo presenta ejerciendo la tarea de enseñar, va formando a la gente y a sus discípulos: “Jesús iba enseñando por ciudades y pueblos”, anota el autor. De modo que es maestro itinerante que forma al pueblo. Es educador y formador de la gente, preferencialmente de los pobres.

Él sabe que la formación es clave para saber pensar, tener nueva mentalidad y criterio para analizar la realidad. Es una formación que no promueve existencias adormecidas y conformistas; formación liberadora de toda esclavitud provocada por líderes, religiosos y políticos, que los oprimen e intimidan, los tienen en tinieblas, por eso no ven ni oyen, no hablan ni caminan. Son cadáveres andantes.

Frente a esa dura realidad, Jesús no pierde su tiempo en ritos y cultos tradicionalistas. No es ningún mojigato o cachureco llorando en público para manipular a sus oyentes. No le motiva ir al templo para cumplir obligaciones de una religión obsoleta y opresora. Más bien se dedica a despertar conciencias e iluminar mentes, va haciendo que sus oyentes descubran el verdadero sentido de sus vidas, los va transformando en hombres y mujeres libres que se empeñan en construir relaciones sanas y auténticas, maduras y responsables, consigo mismo, los demás y Dios.

Les presenta una visión diferente de Dios, como Padre rico en misericordia que quiere la salvación para todos. Esto los asombra, hasta que uno de los oyentes le pregunta: “Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?”. Aunque la palabra salvación a veces solo se refiere a salvarnos del pecado y casi siempre pensamos en una situación que solo tendrá lugar después de la muerte, Jesús no responde directamente a la pregunta, pero rompe los esquemas de aquellos líderes judíos miopes y corruptos que se consideraban los únicos amados y predestinados por Dios, por eso les dice: “Vendrán de oriente y de occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios”.

En su enseñanza Jesús habla de dos puertas. Una que conduce al fracaso, y otra que conduce a la realización de la humanidad, lo que llamamos salvación. ¿Cuál es una puerta y cuál es otra? La que conduce al fracaso es la puerta cómoda, individualista e insolidaria de quien acapara sólo para sí, “una vida de sofá”, según la expresión empleada recientemente por el papa Francisco. La puerta de la salvación se abre en una conducta de amor que nos permite salir de la propia tierra para ayudar al otro sobre todo cuando lo vemos necesitado: “Tuve hambre y me diste de comer”.

¡Qué aleccionador es el evangelio de hoy! El criterio para saber si estamos o no en el buen camino, si nos estamos realizando humanamente, no son nuestras prácticas religiosas ni nuestra familiaridad con las instituciones eclesiales: “Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas”. El criterio que vale para todos y en todos los rincones del mundo, cualesquiera sean su cultura o su religión, es seguir la conducta de la Palabra encarnada que ilumina a todo ser humano en el sagrario de su conciencia.

ESCRITO POR:

ARCHIVADO EN: