CON NOMBRE PROPIO

El ojo tetelque

|

Karina es mi comadre, es de aquellas médicas de corazón, vocación y entrega. Le gusta prevenir más que sanar y sabe que la pobreza, la falta de educación y sobre todo la ausencia de recursos mínimos para la subsistencia provocan lo que tenemos: un país enfermo.

Karina es oftalmóloga y siempre nos comparte que uno de sus momentos profesionales más complicados fue cuando tuvo una inesperada visita en Fundazúcar de Escuintla, lugar donde trabajó y se desempeñó de forma maravillosa. Una sencilla señora, luego de hacer su turno por bastante tiempo, se sentó y más o menos dialogaron lo que acá trataré de esbozar: “Doctora, vengo porque tengo el ojo tetelque”. Karina, habiendo estudiado años en la Facultad de Medicina de la Tricentenaria, su posgrado y varios cursos en el extranjero, jamás había escuchado que un ojo podía estar “tetelque”. Así que la galena decidió interrogar: “¿tiene ardor? No, lo tengo tetelque, señalaba la entrevistada, Pero entonces ¿le pica? No, está tetelcoso, ripostaba. ¿Tiene lagrimeo? No, tetelque, ¿Le salen cheles? No. ¿Tiene lagrimeo? No. ¿Siente un cuerpo extraño? No, doctora, está tetelque”. Luego de más y más tiempo, pudo identificar algunas características, y así señaló alguna causa del problema para recomendar un tratamiento.

De acuerdo con ciertos diccionarios de guatemaltequismos, “tetelque” es la calidad de “astringente”. Viene lo anterior, por las burlas que se han generado en torno a la nueva política del Ministerio de Salud en torno a identificar las enfermedades conforme se denomina de forma popular. El mal de ojo, estar chipe, empacho o caída de mollera existen porque muchas veces es así como conocemos lo que nos aqueja.

A los médicos les encanta, al igual que a nosotros los abogados, hablar con palabras difíciles de comprender y sobre todo casi imposibles de seguirles alguna secuencia. Tanto unos como otros damos por sentado que todos manejan los conceptos técnicos, y así, es problema de quien escucha lo que se logre comprender.

La justicia es muy peligrosa para dejarla solo en manos de abogados; la salud pública es aún más delicada si solo se deja en manos de médicos. El esfuerzo para modificar las estructuras del sistema de salud es un esfuerzo de reforma multidisciplinaria, y por ello, promover una nueva política que identifique “los achaques populares”, con el objeto de brindar tratamientos científicos apropiados y combatir los difíciles números que el país tiene es obligado.

El paciente llega con el médico con la creencia de que de que le dio “mal de paleta”, y esa es la realidad que el facultativo debe tratar. No le podemos pedir al paciente que señale con rigorismo científico su propio diagnóstico. Por otra parte, ahora que con Google mucha información está al alcance, basta dar una vuelta a las redes sociales para darse cuenta de que “autorrecetarse” con base en búsquedas digitales constituye una buena parte de daños a la salud en el mundo, y esto lo hacen “los estudiados”.

El Ministerio de Salud debe cambiar estructuras y hay mucha gente que habla de cambios pero hace esfuerzos e inunda sus perfiles sociales con el objeto de que acá no se modifique nada. La salud pública no es brindar medicinas para todos, sino, sobre todo, es prevenir para comprender lo que las personas sienten, le digan como le digan.

En Guatemala mueren niños por “empacho”, y si no entendemos esto, es porque somos indiferentes a nuestra realidad. Aprendamos de Karina y de las autoridades del Ministerio, que llaman a los garantes del sistema a desempeñar una función humana y no solo tramitar expedientes para levantar estadísticas que en buena parte están siempre desactualizadas.

@Alex_balsells

ESCRITO POR:

Alejandro Balsells Conde

Abogado y notario, egresado de la Universidad Rafael Landívar y catedrático de Derecho Constitucional en dicha casa de estudios. Ha sido consultor de entidades nacionales e internacionales, y ejerce el derecho.

ARCHIVADO EN:

Salud