ALEPH

El país más corrupto del mundo

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Me gusta ir a la etimología de las palabras. La palabra “corrupción”, por ejemplo, deriva del latín “corruptio”, que está formado por el prefijo “con-” , sinónimo de “junto”; el verbo “rumpere”, que significa “hacer pedazos”; y el sufijo “-tio”, que es equivalente a “acción y efecto”. En lenguaje de mortales: juntos, hacer pedazos algo. En lenguaje del Olimpo (la Real Academia Española -RAE), corrupción es la acción y efecto de corromper, y sus sinónimos son depravar, echar a perder, sobornar a alguien, pervertir, dañar. Por lo tanto, según la RAE, la corrupción puede entenderse como una depravación moral o simbólica.

En la práctica, la corrupción implica un abuso de poder, como en el caso de la corrupción política. Y conlleva impunidad. El soborno, la extorsión, el fraude y el tráfico de influencias son prácticas corruptas. Pero no se trata solo de dinero. Se trata de una depravación a todos los niveles, como la que vive Guatemala. Los corruptos que han sellado un pacto tras otro durante las últimas décadas han echado a perder este no-país y han dañado a generaciones de mujeres y hombres que en él han nacido y están por nacer. Por ello me tapo la boca para no vomitar cuando alguien dice que las inversiones no llegan a causa de quienes luchan contra la corrupción; si no vienen es porque Guatemala está podrida hasta la médula y los corruptos asustan la buena inversión. La mala, como Odebrecht, no la queremos más.

Quiero relacionar niñez y corrupción. (Dime cómo tratas a niñas, niños y adolescentes y te diré quién eres, cuánto de presente y futuro has construido). Somos un país joven; 70% de los casi 16 millones que somos es menor de 29 años. Sin embargo, aparte de que los presupuestos del Estado nunca tienen enfoque de niñez y adolescencia, tenemos las peores cifras en salud, educación, analfabetismo, embarazos adolescentes y violencia, y muchas más. No hay maras tan maras como las nuestras, porque el charco de corrupción donde incuban es perfecto para que crezcan.

He estado en países donde la niñez es tratada con dignidad y respeto desde el nacimiento. Aquí no. Este es el país más corrupto del mundo, y el espejo es su niñez. Yo no necesito más para medirlo. En el último informe que una delegación gubernamental (conformada por más de 20 personas totalmente incapaces de defender lo indefendible) presentó durante la Sesión número 77 del Comité de Derechos del Niño (CDN), en Ginebra, fue imposible no sentir pena. La oficiosa defensa de tanto ignorante burócrata de servidumbre evidenció la pésima situación de los derechos de la niñez y la adolescencia en el país.

Durante este “examen”, el CDN hizo particular énfasis en el caso del fallecimiento de 41 adolescentes y las actuales condiciones de 15 adolescentes sobrevivientes a la tragedia del 8 de marzo de 2017 en el Hogar Virgen de la Asunción, de la Secretaría de Bienestar Social de la Presidencia de la República. Así mismo, solicitó mayor información con relación a niñas y adolescentes que año con año resultan embarazadas, producto del abuso y la violencia sexual; el incremento de casos de desnutrición crónica y aguda; exclusión, marginación y racismo en contra de niñas, niños y adolescentes indígenas, así como trabajo y explotación laboral infantil. Otro de los temas fue la baja cobertura y calidad escolar. Los datos proporcionados por la delegación gubernamental fueron cayendo uno a uno: parciales, ajenos a la realidad, desvirtuando la situación que viven millones de niños y niñas.

Acá, aún se discute si es correcto que un funcionario público, como el Presidente, que usó fondos del Estado para cosas tan personales como masajes desestresantes, anteojos y ropa para hacer deporte, devuelva los fondos, cuando lo que correspondería es que rindiera cuentas y dimitiera. Así se aprende la corrupción, que termina con un joven “enchachado”, tras las rejas, listo para desenfundar la siguiente arma o comprar al siguiente político.

cescobarsarti@gmail.com

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.