EDITORIAL

El primero de cuatro largos años

Hoy se cumple el primero de los cuatro largos años del gobierno encabezado por Jimmy Morales. Por ello se deben analizar las condiciones en que se encuentra la Nación luego de la victoria más inesperada de la historia política del país, cuyos ciudadanos favorecieron a Morales con el voto, como consecuencia del rechazo a la clase política tradicional, representada por la aspirante Sandra Torres, propuesta por el tan cuestionado partido Unidad Nacional de la Esperanza.

Transcurrido un año y pasadas las emociones y pasiones de la lucha electoral, se evidencia que el voto del 2015 fue resultado de la desesperación. Las dos elecciones lo manifestaron: la primera, con impedir el asalto del poder a un personaje cuyo cinismo tampoco tuvo precedentes. La segunda, porque como consecuencia de la actitud indicada la población apostó por alguien nuevo, consciente de su absoluta inexperiencia política, pero con la confianza de que el lema de campaña fuera cumplido.

Muy pocas semanas pasaron para que quedara clara la realidad. Esa nueva figura presidencial era eso, una figura. El verdadero poder lo habían ejercido desde la misma campaña quienes lo mantienen ahora, y no dudaron en colocar al electo como un mentiroso. La compra, literalmente, de diputados tránsfugas para crear la bancada mayoritaria en el Congreso fue la primera de una larga serie de decisiones opacas, que se agregaron a los yerros propios del mandatario y de muchos de los integrantes de su equipo.

El Congreso de la República desde hace muchos años ha ocupado el último lugar en la confianza de los ciudadanos, pero en esta ocasión quedó afianzado en ese sitio a causa de la manera burda de las maniobras dentro del hemiciclo. Por eso se puede decir sin temor a ser exagerado que la Presidencia disminuyó su importancia en el imaginario político nacional, presidencialista por excelencia, y que el Parlamento quedó enterrado más profundamente, pese a las acciones novedosas pero infructuosas del diputado uneísta Mario Taracena Díaz Sol.

El presidente Morales sin duda se referirá a las acciones que, a su criterio, son dignas de aplauso. Esto será el resultado, indudablemente, de una valoración entusiasta o exagerada. Las críticas y los señalamientos serán rechazados por el mandatario, en quien se han afianzado las actitudes de negación de la realidad, o de considerarlos el resultado de mala intención. En esto se parece a los demás gobernantes, también influidos por el infaltable y peligroso círculo de incondicionales y aquellos interesados en beneficiarse.

El desgaste del actual mandatario será mayor a nivel personal. Han sido demasiados sus errores, sus reacciones hepáticas, su histrionismo. No hay evidencia de que haya podido comprender su papel en el melodrama de la realidad nacional. Debido a ello y a que es casi imposible lograrlo, el tiempo faltante para la entrega programada del cargo parecerá alargarse. Mientras, el ciudadano de a pie deberá terminar de entender que, una vez más, la improvisación y malas intenciones en el ejercicio de la cosa pública se vuelven la causa real de los fracasos políticos.

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