PRESTO NON TROPPO

En la carretera y… en la carrera…

¿A qué íbamos? ¿A asaltar a alguien? ¿A causar pavor y problema en algún sitio? ¿A sacarle pistolas y escuadras a supuestos enemigos? La respuesta es sencilla: simplemente íbamos a dar un concierto. A actuar para los miles (estamos hablando de miles) de “fans” –entusiastas e incondicionales de grupos guatemaltecos de rock: Viento en Contra, Viernes Verde, Bohemia Suburbana, Alux Nahual… en fin.

Tildados por los “genios” de la crítica, como conformistas, acomodados, hijos de papi, que no tocamos igual que los Rolling Stones, y demás. Claro, ya quisiéramos ver a los apoltronados censores de siempre, blandiendo una guitarra, un bajo, una batería, cautivando a toda una audiencia con un micrófono. ¡Qué fácil es la vida desde un sofá! ¡Qué fácil decir cualquier cosa, sobre cualquier agrupación, desde un sillón de casa! El asunto no es ese. Vayamos al fondo, a lo que realmente atañe y pertenece a nuestra ponderación. El rock guatemalteco le puede doler a quien sea. Pero tiene su lugar en el corazón de chapines y chapinas. De muchos chapines y muchas chapinas. Ya no es una historia aislada en la utopía de algún escritor o alguna escritora por ahí. Es sangre y vida de muchísimos centroamericanos y centroamericanas.

Entonces, ¿por qué hay que hacer nueve horas a una población como Huehuetenango? ¿Por qué, hoy, en 2017, con vehículos veloces y medios informáticos que lo guían electrónicamente a uno hacia tantas partes, un recorrido de 260 kilómetros se convierte en una pesadilla que equivale a tres veces la duración que normalmente tendría? Que la carretera no está en buen estado… que hubo varios accidentes de tránsito… que los absurdos retenes de la policía… que las colas… Así, no vamos solamente en la carretera. También vamos en la carrera. Una carrera para ver si logramos llegar a tiempo a nuestros destinos, aunque hayamos salido con suficiente antelación.

Antes que conveniencias personales, antes que tiempos de comida, antes que regulaciones estatales, ahí estaremos, a la hora convenida. Esto es muy lúdico: jugar la música (como se dice en otros idiomas), con un espíritu que debe derrotar a consideraciones materiales. No obstante, semejante entrega requiere energía, una gran energía. La realidad supera a la ficción. En efecto, un pésimo estado de las obras públicas, a consecuencia de una deliberada pero aturdida acción de obras privadas, resulta en frutos desastrosos. Estamos en la vía de las carretas – la carretera. A la vez, estamos en las carreras – las carreras por arribar a la hora necesaria para cumplir con compromisos contraídos con harta previsión, pero cuyas torpezas y asnadas no es posible prever.

Como tantas otras entidades, el Ministerio de Comunicaciones y Obras Públicas tiene un largo adeudo con la nación. El adeudo de esta autoridad es con la nación y con muchísimas personas que se ven afectadas diariamente por su ineficiencia, su incompetencia y su ineptitud. Sus múltiples explicaciones no son más que pretextos para tratar de excusar por qué no pueden hacer las cosas, en vez de hacerlas; un triste resumen de la Guatemala que nos sigue intrigando pero que, de algún modo, nos sigue fascinando. Vamos a la busca de un gentil público que acoge la música que le podemos compartir, pero nos topamos con horas de tránsito para llegar al poblado más cercano. Repetimos las preguntas. ¿A qué vamos? ¿A asaltar a alguien? ¿A causar pavor y problema en algún sitio? ¿A sacarle pistolas y escuadras a enemigos imaginarios?

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