EDITORIAL

Enorme desafío en rescate de Presidios

La masacre cometida en la Granja Penal Pavón, en la que murió el capitán Byron Lima, es el más crudo síntoma de la descomposición de un sistema que nadie ha querido rescatar, pero también es la tenebrosa muestra del poder que ostentan grupos paralelos.

En la medida en la que afloran detalles de la matanza se empieza a vislumbrar una hipótesis preocupante: gente poderosa, con tentáculos dentro de las prisiones o aun con la capacidad de incursionar en los penales, podría ser la responsable de la muerte del militar condenado por el asesinato del obispo Juan José Gerardi.

Ejecutar un ataque contra Lima Oliva no era una tarea fácil ni mucho menos algo que pudiera quedar en manos de novatos. Los disparos en la cabeza contra él y algunos de los reos que le servían de guardaespaldas fueron obra de gente profesional, con entrenamiento, y el objetivo de la tarea se ratifica con los balazos a la cabeza, hechos a corta distancia.

De esos acontecimientos se derivan delicadas implicaciones y se desnudan otras lamentables realidades. Todo apunta a que una de las últimas hipótesis, planteada por el ministro de Gobernación, de que pudo haber sido un comando externo el que planificó el crimen, podría tomar mayor relevancia, lo que a su vez generaría mayor preocupación. De hecho, las investigaciones en marcha y los peritajes que distintas unidades efectúan deberán arrojar mucha más información sobre la dimensión de quiénes pudieron haber cometido esa matanza.

Si bien los asesinatos dentro de las prisiones se han convertido en algo común, sobre todo durante los últimos meses, llama la atención la facilidad con la que se puede cometer una masacre de esa magnitud en lugares con fuertes dispositivos de seguridad.

Pero también hay otra preocupación que gira en torno a quiénes verdaderamente ostentan el poder en esos centros carcelarios o qué conexiones mantienen con poderosos grupos externos.

Quienes resguardan los centros de privación de libertad tienen gran responsabilidad en estos hechos, pero también poseen suficiente información sobre el modelo criminal que impera en esos recintos, y si no se emprende una profunda depuración será inútil hablar de reformas, pues allí se encuentran las raíces de la corrupción, la cual se inicia con guardias carcelarios y sus jefes inmediatos.

Se ha llegado al colmo de que este personal extorsiona a familiares de quienes deben recuperar su libertad por orden judicial, por lo cual el cumplimiento se hace efectivo cuando se paga un soborno a los guardias de turno.

Pero también es conocido que en varios reclusorios siguen ingresando vehículos a altas horas de la noche, en los cuales, en principio, se continúan introduciendo drogas, alcohol y quién sabe qué otro tipo de ilícitos, así que la incursión de un grupo de sicarios sería una nimiedad.

Ese es un panorama que hace menos descabellada la posibilidad de que en el crimen pudo haber participado un grupo externo, porque los presidios son cualquier cosa, menos centros de privación de libertad, pues allí la vida y la muerte las rige un código tenebroso.

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