LA ERA DEL FAUNO

Esta semana se define el futuro del país

Juan Carlos Lemus @juanlemus9

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Atacaron una manifestación pacífica. Entrada la noche, como hacen los criminales, tomaron por asalto las calles, tiraron al suelo a las personas y las pisotearon. Lanzaron gas pimienta y provocaron el desconcierto. Este gobierno corrupto y ladrón, no solo ha logrado meternos en un antagonismo porque ha inventado luchas ideológicas, además, exhibe sus instintos represivos de los años ochenta.

Los antimotines fueron enviados —se asegura que por orden directa de Jimmy Morales, pese a que había un amparo de la CC— para rescatar a los diputados encerrados en el Congreso. La estrategia fue esperar la noche, ni tan tarde que se aburrieran más los diputados, ni tan temprano que estuvieran todavía en las calles miles de manifestantes.

Llegado el momento, golpearon a personas desarmadas y evacuaron —literalmente evacuaron en su acepción orgánica— a los diputados y los depusieron entre un bus. Allá se fueron los “dignatarios” sacando por la ventana el dedo y haciendo figas.

Cuando la noche del 15 de septiembre, como a las 9, el Procurador de Derechos Humanos Jordán Rodas dijo en Guatevisión que ya se estaban retirando los manifestantes y que un par de agrupaciones ya se había ido, era de suponer que otros quedarían solos. Y así fue. La Policía entró golpeando, pese a que su protesta continuaba pacífica, violando el amparo otorgado por la CC.

Se argumentará que los manifestantes impedían la salida de los diputados y por eso había que desalojarlos. Pero, así fue toda la tarde, ¿o no? ¿Cuál es, entonces, la diferencia entre la protesta de las dos de la tarde y la de las 11 de la noche, si ambas eran la misma y pacífica? La respuesta es que el gobierno de Morales aprovechó la aparente minoría para aplastarla. Más todavía: se espera de las manifestaciones que se hagan como desahogo sin alcanzar resultados. Se permite el bloqueo, la increpación durante un lapso aceptable. Se toleran y hasta celebran los hechos a la luz del día, que haya organizaciones y ciudadanos visibilizados, pero cuando por la noche otros toman la palabra, no valen lo mismo y son reprimidos a patadas. Esos otros son parte de la resistencia pacífica popular que no depone su protesta y espera resultados. Los manifestantes quedan aparentemente solos, pero se reagrupan y su fuerza es tan valiosa como la euforia vespertina. Es en la represión cuando las manifestaciones cobran su naturaleza, cuando pese a ser pacíficas se asumen las consecuencias, cuando se sigue con la esperanza de hace horas. La verdadera fuerza común empieza cuando termina el entusiasmo grupal. Todo mi respeto y reconocimiento a las ciudadanas que, aún con los efectos del atropello en su rostro, se plantaron dignamente frente a los antimotines a recordarles que también son pueblo víctima de un sistema podrido.

Las manifestaciones van en aumento por la incapacidad y descaro del títere Jimmy Morales, debido a la corrupción enquistada en el Congreso, donde se los diputados destruyen a este país, donde gestan leyes o reformas al Código Penal para proteger a narcos, pandilleros; a sus amigos presos, a ellos mismos por si caen presos, a los alcaldes corruptos. Sus crímenes no son como para manifestar un rato y con permiso controlado; no solo para el desahogo en lo que muchos diputados se quitan la máscara del triunfalismo y se cuelgan la de hipócritas. Esos arrepentidos que dieron marcha atrás, con una mano pidieron comprensión y con la otra preparan un golpe mortal. Esta semana se decide el futuro de Guatemala, veremos si en las calles o en manos de figas congresistas.

@juanlemus9

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