LA BUENA NOTICIA

Ética y humildad

|

Conocido por su búsqueda de lo divino y su personal sencillez, afirmaba R. Tagore (1861-1941): “Cuando somos grandes en humildad, estamos más cerca de lo grande”. Cierto: la grandeza verdadera —incluso aquella propia de Dios— parece relacionada misteriosamente con lo humilde, con lo no complicado, con lo puro, es decir, lo verdadero. En la Buena Noticia de hoy, Jesús invita a sus discípulos a “ser humildes” en medio de la vanidad, la presunción, el deseo de la fama y grandeza del mundo. Sus palabras hacen eco de la enseñanza del libro de Sirácide: “Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te amarán más que al hombre dadivoso”.

De esto resultan dos enseñanzas fundamentales: 1) La humildad es el reflejo de conocimiento y aceptación de sí mismo. “La humildad es la verdad, la verdad es la humildad”, decían S. Teresa de Ávila y S. Pío de Pietrelcina. ¡Cuántas deudas personales y familiares, cuántas ruinas sociales vienen de la tentación de “aparentar lo que no se es o no se tiene”! Antiguamente, en cuanto la ascendencia o logros académicos; hoy día, peor aún, en cuanto la posesión de cosas, lujos, extremos de derroche. La falta de humildad es la antesala del delito y del crimen. Afirma también el Sirácide: “No hay remedio para el hombre orgulloso, pues ya está arraigado en la maldad”. Es como si una fuerza misteriosa —el famoso “ego” en el fondo— hiciera perder de vista la lógica y conocimiento de sí mismo, de la innata debilidad, transitoriedad y caducidad de la vida humana, de sea quien sea. ¿Será una forma de locura, de disfunción psicofísica? Tal vez. Lo cierto es que luego de haber incendiado Roma, afirmaba el agonizante Nerón: “¡Qué gran artista se pierde el mundo!”.

Perteneciente a los “siete pecados capitales”, lo opuesto a la humildad, o sea la soberbia, se ha presentado en dictadores políticos, culturales y económicos, llevando a la ruina a generaciones enteras por la exaltación de sus ideas e imagen personal. Es el famoso “culto a la personalidad” que aún sobrevive en “épocas de pretendida sencillez” como la nuestra, sea en demócratas que en republicanos, capaces de mentir “con la convicción” de salvar el mundo. 2) La humildad es una virtud “ética”, es decir “moral” (de costumbres, en el paso del griego “éthos” al latín “mores”). Se transmite por tanto desde la escuela de la familia, en el trato y coloquios de la sala, en la acción de gracias antes de comer, en el trato de padres a hijos (tan aniquilado hoy por la televisión y demás artefactos electrónicos). No es de extrañar que alguien se diga “de origen humilde” pero vaya perdiendo esa conciencia y la ética de sus acciones políticas, empresariales, religiosas, deportivas, enceguecido(a) por el flash de los medios de comunicación que inflan o desinflan la fama de quien se angustia por ella.

Hoy por hoy, la solución de una convivencia social golpeada por la corrupción depende como nunca de la virtud ética (aprendida y practicada toda la vida) de la humildad de emprendedores, de servidores comunitarios que recuerden que no puede tener una “doble moral” y tengan la conciencia de que los cementerios están llenos de quienes un día se consideraron “imprescindibles”.

ESCRITO POR:

Víctor Hugo Palma Paul

Doctor en Teología, en Roma. Obispo de Escuintla. Responsable de Comunicaciones de la CEG.

ARCHIVADO EN: