EDITORIAL

Explicable luto en las letras nacionales

Con el deceso, ayer, a la edad de 88 años, de Margarita Carrera Molina, Guatemala pierde a una de sus máximas exponentes de las letras nacionales y a una de las más acuciosas estudiosas no solo de la literatura hispanoamericana, sino también de la psicología y de la filosofía, de cuyos máximos exponentes nutrió esencialmente su obra ensayística.

Si bien en sus últimos años fue conocida más en su etapa como columnista de Prensa Libre, Margarita Carrera es uno de los grandes baluartes de la cultura guatemalteca del siglo XX, período en el que transcurrió su vida en las aulas y en la producción literaria, cuyo máximo reconocimiento alcanzó en 1996, cuando le fue concedido el Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias, precedido de otros lauros nacionales e internacionales.

En la historia de la cultura guatemalteca quedará inscrito su nombre como la primera mujer graduada en letras por la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos, pero también como la primera en ingresar, en 1967, a la Academia Guatemalteca de la Lengua, correspondiente de la Española, méritos que se combinan con su inapreciable producción literaria, que abarcó los tres géneros clásicos de la literatura.

Aunque su formación estuvo marcada por la cultura grecolatina, dedicó la mayor parte de su vida a las letras hispanoamericanas y su pasión por escribir estuvo acompañada por la cátedra, desde donde formó a centenares de amantes de las humanidades, pero sobre todo de la literatura del continente, por ser una de las máximas estudiosas del boom latinoamericano, a cuyos más importantes exponentes llegó a conocer personalmente.

Su pasión literaria la llevó a conocer y trabajar la obra de los grandes exponentes de la literatura latinoamericana, como Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, quienes en la segunda mitad del siglo XX eran el referente de una nueva narrativa, la cual maravillaba y deslumbraba al mundo con sus prodigiosos juegos lingüísticos y fantásticos, cuya obra es hoy referente en las aulas universitarias hispanoparlantes y en muchas otras lenguas del mundo.

Ese conocimiento de algunos autores y de su obra la llevó a profundizar en su temática, como fue el caso de Borges, de quien se convirtió en una de sus más fieles seguidoras, como lo atestiguan algunos de sus más brillantes ensayos en la década de los 80, cuyos apasionados textos integraban parte de sus múltiples charlas en las aulas universitarias.

La filosofía y el existencialismo también serían parte inseparable de su vida y de su obra, como se constata en los múltiples estudios y textos dedicados a la obra de Frederick Nietzsche, de quien se convirtió en una profunda conocedora. Conocimientos que integró con los estudios de Sigmund Freud, cuya obra también marcaría buena parte de sus ensayos y de su vida.

La partida de Margarita Carrera deja un profundo vacío en la literatura guatemalteca y en el campo de los estudios de la literatura latinoamericana, y como suele suceder, quizá ahora su obra cobre una nueva dimensión al ser valorizada en su verdadera valía.

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