CON NOMBRE PROPIO

Fiambre de recuerdos

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Si alguna tradición mi familia ha vivido es la del primero de noviembre. Imposible saber en qué parte está archivado el primer recuerdo de la mano de mi papá sobre la 20 calle. Llegábamos al gran cementerio y paso a paso nos mostraba, a mí y a mis hermanos, un paseo por la historia y el amor.

“Mirá a mano derecha está Castillo Armas, tiene pintada su bandera azul, blanco y rojo, e increíble pero cierto, la Democracia Cristiana le vino a poner una placa en su honor”. Justo frente a ese mausoleo supe, desde bien chiquito, lo que significaba la palabra “plebiscito” y que ese personaje había llevado a cabo uno donde el voto fue público y el escrutinio, secreto.

Seguíamos en ruta y encontrábamos la cripta de don Justo Rufino Barrios, uno de los dos jefes de la Revolución Liberal y cómo se le recordaba cada 2 de abril.

Cruzábamos a la 4ª calle y hallábamos una construcción, que en principio no me significaba mayor cosa. “Familia Tojo” señalaba el rótulo esculpido en mármol y varias lápidas con nombres que sonaban algo conocidos. “Acá está mi papá, me dejó a los 7 años, tras esa muerte crecí con mi mamá a la par de mi abuelo José, quien murió en el 48, cuando yo tenía 15 años”, nos contaba mi papá y poco a poco el anecdotario se completaba, para que en cada clavo dejáramos la coronita de ciprés.

Enfilábamos y llegábamos a donde estaba el “Amigo Mártir”, asesinado en su silla de ruedas por varios tiros en la espalda, las lápidas acá eran “extrañas”, porque no tenían nombres, sino firmas. “Acá enterramos a Fito Mijangos. Imagínate, mijo, que el propio gobierno manda a matar a quienes piensan distinto”, comentaba nuestro guía, allá por los setentas, y enfilábamos a la salida, no sin antes ver lápidas de montones de gente que había hecho mucho bien o mucho mal, y por supuesto, escuchar leyendas de amor eterno que se han estampado en decenas de esculturas.

Mi papá siempre rindió tributo a los amigos, por eso estoy seguro de que fue el 1º de noviembre de 1979 cuando le llevamos su primera “coronita” a Meme, en el mausoleo de los Colom, cuando a todos se nos aguadó la mirada y empezó una tradición que no termina. Fue la primera vez que una lápida me significó algo, tras ella estaba alguien a quien había conocido. Dos años después “coronamos” a “Pima”, mi abuelita, y así los nombres tuvieron cara.

Ahora, en el 2017, el tránsito en “La Ciudad del Futuro” obligará a pasar un día antes a La Villa, el mero día abrir Las Flores y dejar un beso a quien me enseñó la tradición, abrazar a Kike, mi hermano, arrebatado por lo que llaman “delincuencia común”, saludar a don Otto y siempre visitar a Fito Mijangos, que tuvo su mudanza para después caminar al General. Ahora los nombres grabados en placas dicen mucho, hay sonrisas, abrazos y recuerdos, y quizás por eso el Fiambre es como es, porque tiene todo los colores y sabores, pero en cada casa tiene un gusto distinto, una forma diferente. El único plato que una vez al año nos une con familia y amigos, porque así como quienes se adelantaron gozaron de estos momentos, son esos instantes los que dejaremos enretinados en alguien más para que la tradición siga y siempre se pueda lanzar un barrilete al viento, valorar ese momentito, compartir el amor y, por supuesto, decir salud para que la vida sea una verdadera oportunidad de regar felicidad.

@Alex_balsells

ESCRITO POR:

Alejandro Balsells Conde

Abogado y notario, egresado de la Universidad Rafael Landívar y catedrático de Derecho Constitucional en dicha casa de estudios. Ha sido consultor de entidades nacionales e internacionales, y ejerce el derecho.