EDITORIAL

Frecuencia viajera nada recomendable

Más de un presidente de Guatemala ha debido sortear algún escándalo cuando en su calidad de jefe de Estado ha viajado al extranjero a representar al país, pero cuando no han empleado correctamente el tiempo, este les ha jugado una mala pasada. Ocurrió con Jorge Serrano Elías, sorprendido por fotógrafos en su visita a un cabaret de Nueva York durante una visita a Estados Unidos, en 1993.

Hoy, los viajes del actual mandatario, Jimmy Morales, también se vuelven noticia, y aunque no puede hablarse estrictamente de escándalos sí ha habido sorpresa en su última salida a Israel, porque el Gobierno no informó nada sobre sus acompañantes hasta que los medios de ese país se encargaron de revelar que viajaron otros parientes, entre ellos su madre y su hijo. Aunque se buscó minimizar la crítica diciendo que los gastos familiares los había costeado el gobernante, el ocultamiento de la información hizo su propio aporte en el deterioro de la imagen presidencial.

Es un escándalo el número de viajes que lleva el mandatario en su administración, pues durante apenas 11 meses de gestión ha viajado al exterior en 13 ocasiones; en total suman 47 días fuera de Guatemala, y tres de esos viajes alcanzan 21. Lo que debe contar son los resultados de esos viajes, pues no es la brevedad de una salida presidencial lo que lo exime, sino los logros que esa inversión económica y política dejarán al país.

Indudablemente, la necesidad de efectuar algunos de esos periplos es indiscutible, pero la ausencia de información sobre los resultados es lo que distorsiona por completo la percepción de este tema. Peor aún: nada justifica que dos de ellos, además de la carencia de resultados conocidos, hayan durado nueve días, y un tercero, cinco días, porque eso los convierte en vacaciones pagadas por el erario. Ninguna cosa dispensa que alguno haya sido pagado con dinero personal de presidente, o que lleve a su familia, porque emplea tiempo que debe ser dedicado al trabajo por el país desde el alto cargo que ocupa.

Otro ingrediente que permite ver serias irregularidades en esa planificación es que muchos de esos viajes también se producen justo cuando en el país se abordan temas de mucha trascendencia, como ocurrió cuando se iniciaba la discusión por la lesividad del contrato con TCQ o cuando se supo que la Fiscalía investigaba al hermano y a uno de los hijos del mandatario, por el cobro de un servicio inexistente.

Tampoco se encontraba en el país cuando se conoció de investigaciones sobre los fundadores del partido en el Gobierno FCN-Nación ni cuando diputados oficialistas presionaban a gobernadores o cuando su más cercano colaborador, Armando Melgar Padilla, buscaba refugio en el Congreso de la República, ante la inminencia de una investigación en su contra por supuestas escuchas ilegales. La frecuencia de esos viajes, cuando se traduce también en una ausencia en momentos coyunturales decisivos, no puede tener una lectura afortunada para el gobernante y surge la figura de alguien evasivo y poco consciente de la responsabilidad que lleva sobre sus hombros.

El cuadro se complica cuando con cada ausencia presidencial el sustituto también hace esfuerzos notorios por evadir a los medios de comunicación, con lo cual es inevitable pensar que el Gobierno queda acéfalo.

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