EDITORIAL

Intolerable pretensión de inmorales dirigentes

La cultura de la corrupción, que se traduce en muerte según palabras del papa Francisco, se extiende de manera voraz, y al mal ejemplo de las figuras de la política se suman ahora pseudodirigentes deportivos que mediante ridículos arrebatos de supuesta dignidad e independencia pretenden erigirse en supremos intérpretes de la legislación nacional, en abierto desafío, además, a mandatos inequívocos de organismos internacionales superiores, cuyas reglas no admiten discusión.

Este es el retrato de la alta dirigencia del futbol guatemalteco, que el pasado viernes pretendió dar una interpretación antojadiza a requerimientos de la Federación Internacional de Futbol Asociado (Fifa), al modificar estatutos cuyo objetivo buscaba precisamente transparentar la gestión en el deporte más popular de mundo, pero también ponerle límites a una dirigencia inmoral e incapaz enquistada en las principales posiciones del deporte nacional.

Con la alteración de los estatutos requeridos, el Comité Ejecutivo de la Federación Nacional de Futbol (Fedefut) no solo se burla de la Ley del Deporte, aprobada recientemente en forma acelerada por el Congreso de la República, sino pretende hacer lo mismo con el ente rector del futbol mundial, que no dudará en convertir la actual suspensión del balompié nacional en una expulsión definitiva, cuyos responsables hoy tienen nombre y apellido, empezando por Jorge Mario Véliz, máximo responsable de la manipulación.

Pero esta dirigencia, de dudosa idoneidad para regir los destinos del futbol nacional, se burla también de los guatemaltecos, a quienes, junto a patrocinadores, castiga con su actitud canallesca que no puede tener otro destino que la expulsión definitiva de Guatemala por la Fifa. Quedará fuera de toda competencia internacional hasta que se cumplan sus requisitos, lo cual obviamente no puede suceder con quienes se obstinan en ver el deporte como un negocio perverso.

El Congreso, a cuyos integrantes tampoco les quedaba otra opción, debió aprobar de inmediato cambios a la Ley del Deporte porque era el primer requisito para que los dirigentes del futbol simplemente adecuaran sus estatutos a lo requerido por la Fifa. En consecuencia, de concretarse la expulsión del futbol guatemalteco de las competiciones internacionales, también se deben deducir las debidas responsabilidades.

Lo primero que deberá hacerse es detener el flujo de dinero asignado por mandato constitucional a ese deporte, para dejar sin recursos a una corrupta maquinaria deportiva que no tiene razón de existir ni mucho menos de representar las aspiraciones de los deportistas y de la afición guatemalteca. En consecuencia se debe también depurar de una buena vez esa entidad y proceder en contra de quienes sean los responsables del mayor y más grotesco fraude en la historia del futbol nacional.

Guatemala no merece tener una dirigencia mezquina y mucho menos a quienes velan únicamente por sus intereses, y las principales figuras deben no solo ser procesadas por abuso de poder, sino por el enorme daño que le ocasionan al país. También debe buscarse el destierro y la inhabilitación de quienes han procedido de manera perversa en contra de los intereses de los guatemaltecos, porque ya no se debe tolerar que las mafias impongan su voluntad en terrenos en los cuales no debe haber cabida para los corruptos.

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