EDITORIAL

Inviernos evidencian mediocridad de obras

Aunque la ley contempla para los proyectos viales un rubro adicional de supervisión de calidad de las obras, esta inversión suele convertirse en desperdicio cuando se produce una complicidad perversa entre ejecutores y supuestos garantes, que termina en reportes de aprobación efectuados con criterios laxos y, por supuesto, trabajos mediocres que se deterioran al poco tiempo.

Con cada invierno se comprueba la escasa tesitura moral de ciertos funcionarios y contratistas, puesto que las lluvias ponen en evidencia la pésima calidad de las materias primas empleadas y la deficiencia o inexistencia de criterios técnicos en la ejecución de proyectos carreteros, a lo largo y ancho del país.

Asfaltos que se levantan, pavimento resquebrajado, taludes mal asegurados y drenajes que no cumplen con su función, son algunos de los males que afloran en cada época lluviosa y se convierten en verdaderos detonantes de crisis cuando los tramos se ven cortados de golpe por un hundimiento, que en la mayoría de los casos estuvo precedido por avisos de vecinos e incluso advertencias de profesionales.

“Es que somos muy pobres”, es uno de los memorables relatos del gran cuentista mexicano Juan Rulfo, en el cual refiere la historia de una familia que va de penuria en penuria, atada a un destino que parece ensañarse contra ella y que en la temporada de lluvias vive su último infortunio al arrastrar la crecida del río la última vaca que le quedaba en el establo y que pensaba vender para sobrevivir. Dicha narración recoge los grandes dramas que afrontan los países latinoamericanos, los cuales, además de las dificultades para conseguir recursos financieros, se ven afectados por la tremenda desgracia de la corrupción desbordada.

Guatemala no ha escapado a este cuadro desolador que lastra el futuro de la agricultura, la producción industrial e incluso la actividad comercial o turística, puesto que el deterioro vial extiende los tiempos de tránsito, el gasto de combustible, reduce la competitividad y ahuyenta las oportunidades que tienen las comunidades para progresar.

Si bien la actual crisis de infraestructura vial no es culpa exclusiva de este gobierno, ha pasado ya año y medio sin que se ponga en marcha una política seria, sistemática y efectiva de recuperación de las carreteras, so pretexto de barreras legales. De hecho, nunca existió más que retórica en las propuestas del presidente Jimmy Morales y ahora pretende culpar a terceros por su poca eficiencia, la cual busca bachear, literalmente, enviando a los soldados a rellenar agujeros.

La ciudad capital, que hoy celebra un nuevo aniversario y que ya lleva largos años como feudo de un liderazgo intransigente, refleja en sus calles los efectos de la ineficiencia, indolencia y gestión deficiente, que se limita a realizar bacheos emergentes, a pintar líneas blancas y amarillas sobre las calles parchadas y, en el mejor de los casos, efectuar recapeos que con las primeras lluvias se levantan, como ocurrió recientemente en la calzada Atanasio Tzul. Un caso que vuelve a demostrar que ante la auditoría de los elementos no hay discurso egocéntrico ni excusa política que valga, simplemente se hizo un mal trabajo, quién sabe por qué aviesas razones.

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