SIN FRONTERAS

Iván, contra el desorden

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Guatemala transcurre en sus noticias, y de ellas, surgen tendencias que se impregnan como pensamientos colectivos. Pensamientos que en la cultura de un pueblo ensimismado, se creen verdades absolutas —¡Somos soberanos y todo lo podemos!—. Sin embargo, la lectura bajo el lente internacional que observa a un país chico, suele ser distinta. Por ejemplo, aquí adentro del país, se impulsa pensar que el éxodo migratorio hacia el Norte tiene su corazón causal en motivos de superación económica. Allá arriba, en Washington, DC, están convencidos de algo un tanto más complejo, que se puede resumir en que somos un Estado fallido. Así de triste. Lo de aquí, es desorden. Una línea coherente para entender las acciones del senador Patrick Leahy, esta semana.

Verán que en la actualidad, para explicar los masivos ríos humanos globales, existe la corriente que ve el fenómeno desde la existencia de dos mundos: el mundo del orden, y el del desorden. Esto en contraposición, por supuesto, a explicaciones monocausales que no encuentran sustento en la ciencia social. Entender la emigración masiva como un escapar del mundo del desorden, logra englobar el prisma de causas por las que los grupos sociales abandonan su país. Los noruegos parecen estar felices y también los costarricenses; por ello, ambos permanecen en casa. En cambio, suele existir un elemento común entre todo el que sí emigra, y es que ya no cree en un futuro cierto donde nació. Esta verdad prevalece tanto para ghaneses o afganos, que huyen de la inestabilidad, como también para el paisano, independientemente de su posición social; desde quien besa sus montañas cuchumatanas, como último acto de despedida, hasta quien se beca hacia el extranjero, desde una cara universidad privada.

Claro está que lograr un país en el cual crean sus habitantes, tampoco es una tarea lineal. Pero para salir del mundo del desorden, se requieren planes concretos con visión de Estado, que provengan de un gobierno sólido, libre de los cuerpos ilegales y aparatos clandestinos, que están incrustados en los círculos del poder nacional. Y, aunque el objetivo de desmantelar esas estructuras fue establecido hace ya más de una década, es Iván Velásquez Gómez, actual titular de CICIG, quien goza de amplio respaldo universal para la inédita misión que se ha echado al hombro: la lucha frontal contra la corrupción en Guatemala.

Aunque en teoría, para la construcción de un país es necesario apostar en las instituciones, y no tanto en los personajes que ocupan los cargos, en la realidad concreta, sólo el comisionado actual ha logrado resultados victoriosos en esa guerra sucia que oponen los corruptos. Una parte importante de la sociedad guatemalteca lo ve así; una parte importante del poder internacional, también lo ve así.

Pero a pesar de tanta claridad, pareciera que desde el lente del poder local se mira un panorama distinto. Uno en el que este colombiano personaje puede ser proscrito del país. Eso fue, por lo menos, lo que años atrás mostró la cúpula Patriota, que a pesar de su sólida estructura partidaria, fracasó en su empeño en un tropiezo histórico que terminó en la deshonra de la cárcel. Se mira imperante que esas osadías presidenciales sean tomadas como experiencia en la actualidad. Las palabras y las acciones políticas se pueden intentar disfrazar. Pero al fin de cuentas, cada vez queda más claro que en la pugna actual hay dos posiciones contrarias: Quienes no apoyan a Iván Velásquez, contra quienes estamos hartos de las estructuras corruptas que han hecho del nuestro, un Estado al que llaman fallido.

ppsolares@gmail.com

ESCRITO POR:

Pedro Pablo Solares

Especialista en migración de guatemaltecos en Estados Unidos. Creador de redes de contacto con comunidades migrantes, asesor para proyectos de aplicación pública y privada. Abogado de formación.