REGISTRO AKÁSICO

La cola de la Dirección General de Migración

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Una lección de Sociología se encuentra en la sede de la extensión de pasaportes situada en un centro comercial, en un triángulo de la zona 4. Desde las tres de la mañana se inicia una fila fatigosa frente al umbral donde se tramita el pasaporte nacional. Distintas clases de gentes retratan la degradación social fomentada por un gobierno putrefacto.

Para satisfacer a los White Anglo Saxon People (WASP), se busca impedir que en el 2030 la población de herencia latinoamericana sea mayoría demográfica en los EE. UU. Si no se tiene pasaporte, no se puede viajar. Por eso, una de las muchas medidas, tales como el muro Trump o la deportación de población que ingresó indocumentada, consisten en dificultar los viajes de los que llaman hispanic.

En el país significa sabotear la obtención de documentación migratoria. Se argumentó que se carecía de libretas; luego, de máquinas impresoras, etc. Los empleados de las aerolíneas desconocen pasaportes vigentes, al exigir que tengan una antelación de meses para su vencimiento; primero de tres, luego de seis y no se sabe cuánto más, para poder ingresar a un avión. Así, incrementan la demanda de pasaportes de forma arbitraria, con una violación flagrante de la legalidad.

La oficina de extensión de pasaportes rebosa de corrupción. Allí concurren todos los grupos sociales a una caótica fila. El Gobierno asegura el orden de manera encubierta, por medio de un número de agentes confidenciales de migración. Estos tienen contratados a los que ofrecen saltar la fila, pues controlan a un extenso número de desempleados que aceptan ocupar un lugar, a cambio de obtener la sola comida del día.

Se trata de hacer penosa la espera para acceder a la oficina de fichaje. Se supone que venderán el lugar a los que acuden desesperados, después de haber intentado el trámite por varios días. El pago se hace a los que ofrecen los puestos en las puertas del parqueo. Utilizan teléfonos para coordinar el lugar donde se introducirá a despreciables personajes que saben que el dinero les abre las puertas en un gobierno en descomposición. Los que no madrugan deben pagar a los que representan a los enfilados Q123 para una espera de cuatro horas, y de Q250 vía directa, lo que duplica el coste del pasaporte. Los menos, bajo pago, ingresan directo, facilitados por el portero, que busca mantener lo más discreto, saltarse la cola.

A las seis de la mañana se abre el parqueo, que se llenará de autos hasta las ocho, cuando inicia la oficina. Al momento de abrir la puerta, la fila ya sale de las galerías en el interior y rodea al edificio en la calle. Son cuatro horas de fila, si los dueños de autos acceden a pagar por saltarse a los formados. El parqueo cobra Q28 la hora. No obstante, no se crea que los desempleados reclutados se conforman con realizar un enroque a los compradores. Conocedores de otros miserables cómplices coleros, buscan ingresar de nuevo por la fuerza en la fila. Todo se hace en medio del disimulo al que contribuye poner mamparas de anuncios para facilitar visas en Canadá o México. Cuando crece la protesta expresada por gritos, un policía privado llega a sacar a una o dos personas para hacerla cesar. A las nueve horas, un personaje disfrazado con un uniforme policial en desuso simula acudir en auxilio de quien aparenta revisar expedientes.

Se trata del peor momento, pues grupos de tres y hasta cuatro personas escogen tramos donde hay mayoría de mujeres para forzar su ingreso en la fila, continuar con la venta de puestos por medio de alargar la cola para que fluyan las coimas hacia los funcionarios deshonestos.

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ESCRITO POR:

Antonio Mosquera Aguilar

Doctor en Dinámica Humana por la Universidad Mariano Gálvez. Asesor jurídico de los refugiados guatemaltecos en México durante el enfrentamiento armado. Profesor de Universidad Regional y Universidad Galileo.