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La cultura de la corrupción

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En la entrevista realizada por el periodista Jorge Ramos —de la cadena Univisión— al presidente Jimmy Morales, quedó evidenciada su escasa preparación para responder a un comunicador de la talla de Ramos, quien le hizo cuestionamientos directos, los cuales no fueron respondidos con precisión, sino al mejor estilo Cantinflas, se iba haciendo los quites y finalmente, como suele ser su costumbre, perdió los estribos.

Considerando el desgaste político que ha tenido el mandatario, esa entrevista hubiera sido una excelente oportunidad para proyectarse internacionalmente como un estadista. Morales debe tomar en cuenta que cuando se expone a un periodista de verdad no le van a hacer el favor de quedarse callados, asentir con el rostro o pasarle el sketch para que él se luzca ante las cámaras.

Esta no es la primera vez que le ocurre un episodio bochornoso ante un incisivo comunicador; también le sucedió con Fernando del Rincón, por lo que es necesario que practique cómo manejar estas situaciones de manera inteligente, para salir bien parado, pero sobre todo para hacer quedar bien a Guatemala, en lugar de ridiculizarnos con su actitud.

Pero lo más vergonzoso de la entrevista fue lo que expresó en cuanto a que en Guatemala se practica la corrupción como una costumbre aceptada por todos.

Esta afirmación es muy delicada, porque nos hace quedar a los guatemaltecos, no solo como ignorantes, sino también como personas corruptas o que avalamos la corrupción.

Hasta el periodista Ramos se sorprendió de la inverosímil respuesta de Morales. Y todo por defender a capa y espada el actuar de sus parientes. Prefirió denigrar a los 17 millones de guatemaltecos con sus enredadas declaraciones, antes que dar su brazo a torcer.

Si la corrupción es normal y aceptable aquí, en Latinoamérica o en la China, formando parte de la cotidianidad de las naciones y de sus ciudadanos, entonces sí que estamos a las puertas del fin del mundo; basar su pobre análisis en un video que invitó a ver en YouTube fue terrible.

Es injusto hablar de esa manera ante un medio de comunicación internacional, porque denigra a los guatemaltecos, y aunque la corrupción sí existe, no es normal y mucho menos aceptable.

Contrario a lo que piensa Morales, la mayoría de los guatemaltecos son personas trabajadoras y honestas, ciudadanos correctos que trabajan dignamente cada día para sostener a sus familias y engrandecer al país.

Y aunque la mayoría de funcionarios públicos que están en puestos de poder dentro del gobierno son corruptos, la proporción en relación a la población es insignificante. Tampoco pueden tomarse como un referente de toda una sociedad.

Es cierto que estamos frente a un sistema de corrupción estructural en este país, pero localizado a nivel gubernamental y patrocinado por ciertos sectores que están claramente mapeados. Afortunadamente contamos con Cicig y el MP, que han emprendido una ardua e imparable lucha contra este mal endémico, instituciones que aparentemente no le agradan a Morales.

En lugar de avalar la “cultura de la corrupción” sería mejor promover “la cultura de la legalidad”, que garantiza que las personas dentro de un Estado consideren que las normas legales son una parte fundamental de la justicia, las practican y las hacen parte de su propia vida. Este sistema refuerza la calidad de vida de los individuos y de la sociedad.

Es importante aumentar la conciencia pública sobre la existencia de una “cultura de legalidad”, crearla y difundirla. Nuestro país jamás saldrá adelante si los gobernantes tienen arraigada en su mente la mediocridad y el conformismo; prefieren seguir igual, optando por animar y promover la cultura de la corrupción, en lugar de la legalidad.

imagen_es_percepcion@yahoo.com

ESCRITO POR:

Brenda Sanchinelli

MSc. en Relaciones Internacionales e Imagen Pública. Periodista, experta en Etiqueta. Dama de la Estrella de Italia. Foodie, apasionada por la buena mesa, compartiendo mis experiencias en las redes.