IDEAS

La muerte de las encuestas

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El Brexit, el “No” en Colombia y Trump presidente. Tres “pesadillas” para los encuestadores, los analistas, los “expertos” y hasta muchos periodistas. No los vieron venir. No se lo explican. No lo comprenden.

No entienden en dónde fallaron. Pero sobre todo, no entienden por qué la gente pudo ser tan “tonta” de tomar una decisión distinta a la que ellos creían que era la correcta. He allí donde radica su principal error: olvidar que su trabajo es reflejar la realidad en lugar de tratar de amoldarla. Sencillamente, lo importante.

Entre todas las industrias que han tenido que enfrentar los nuevos paradigmas que han surgido como consecuencia principalmente del desarrollo de nuevas tecnologías durante las últimas dos décadas, y sus consiguientes efectos en el modo de vida de las personas —qué hacemos, cómo lo hacemos, cómo nos comunicamos, cómo obtenemos información, cómo trabajamos, cómo nos divertimos, qué nos interesa, qué nos es irrelevante—, una que todavía no parecía muy afectada era la de las encuestas y la investigación. Se habían mantenido al margen del desarrollo, con sus paradigmas de siempre, creyendo que a su negocio no le afectaba. Pero el año 2,016 se ha encargado de demostrarles lo equivocado que estaban.

Hay errores de forma y de fondo. Los que parecieran ser más sencillos de corregir, aunque en realidad no, son los de forma. Tendrán que revisar muy bien su metodología —típica del siglo pasado— y adaptarla a las nuevas realidades. Eso es más fácil de decir que de hacer ya que por el otro lado tenemos que ahora lo que abunda son los datos brutos, el así llamado “big data”, y lo que más escasea es la interpretación de esos datos, la información, el conocimiento que de ellos se podría derivar. Les toca ahora ver cómo obtener la información adecuada, que refleje la realidad, de esos petabytes de datos. No es tarea fácil.

De allí viene el problema de cómo utilizar las nuevas tecnologías para acceder a la gente y lograr obtener su retroalimentación. Esa tampoco es tarea fácil, pero mientras no logren resolverla, sus resultados serán tan falsos como los que hemos visto en los últimos años.

Pero el problema más difícil de resolver es el de fondo. Ese que tiene que ver con comprender cómo y por qué actúan las personas. Se han dejado envolver por la corrección política, sin entender que ésta tiene el propósito de moldear la sociedad al capricho de sus promotores. De ese entuerto ha surgido, sin que ellos generalmente se den cuenta, esa creencia subyacente en muchos encuestadores e investigadores de querer amoldar la realidad a lo que ellos consideran correcto, a la “corrección política”. Eso, en una actividad tan importante para la sociedad, se puede llegar a considerar incluso como una traición hacia aquellos a quienes se deben: sus clientes y el público en general.

Y eso sin tomar en cuenta a los abiertamente corruptos que se prestan a manipular los datos para que refleje lo que ellos o sus clientes quieren que refleje y no la realidad.

¿Entenderán esto y corregirán sus errores? No lo sé, pero mientras tanto, las perspectivas de su negocio se ven como las de los fabricantes de candelas ante la llegada de la iluminación eléctrica y sus lecturas de la realidad tan creíbles como las que dieron durante el Brexit, el proceso de paz colombiano y la elección de Trump. Y ahora, ¿en qué información podemos confiar? Un buen lugar para comenzar se encuentra en las redes sociales.

Fb/jjliber

ESCRITO POR:

Jorge Jacobs

Empresario. Conductor de programas de opinión en Libertópolis. Analista del servicio Analyze. Fue director ejecutivo del Centro de Estudios Económico-Sociales (CEES).

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