LA BUENA NOTICIA

Los migrantes en la administración Trump

Víctor M. Ruano

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Estudiantes de último año del Seminario de la Asunción de Guatemala, en el curso de Doctrina Social de la Iglesia, han reflexionado sobre la situación que viven los migrantes actualmente en Estados Unidos. Comparto su análisis.

La propuesta electoral contra los migrantes, impulsada por el candidato Trump, encontró eco en un amplio sector de la sociedad estadounidense. Ahora él gobierna esa nación. A más de cien días de su gestión, ya se percibe el drama humano que afrontan millones de ellos al vulnerar sus derechos, sentirse perseguidos y poner en riesgo sus vidas.

La construcción del muro, una ofensa a la dignidad de los pueblos en cualquier lugar del Planeta, con dimensiones y costos exorbitantes, es hoy un proyecto bloqueado y sin financiamiento. ¡Menos mal! Ahora bien, más que un muro físico, se trata de una vigilancia maximizada, como si fueran los policías del mundo, y la puesta en marcha de una serie de prácticas: incremento de seguridad en las fronteras, triplicar la cantidad de agentes migratorios y facultar a los policías estatales y locales para que se den a la caza de gente trabajadora, aumentar el número de detenciones y estimular el auge de las prisiones privadas.

Trump ha incrementado las deportaciones, ha restringido el ingreso de personas provenientes de siete naciones musulmanas (orden suspendida por el juez federal James Robart); ha buscado, sin éxito aún, cancelar fondos federales a más de 300 ciudades santuario. Tales medidas han generado terror por exponerse a procesos injustos y abusos de poder.

Denunciamos que a la base de estas políticas subyace una ideología racista y nacionalista que considera al migrante “un peligro”, siendo una nación cuyos fundadores fueron migrantes. “Los migrantes no son un peligro; están en peligro”. (Francisco). Sus leyes antimigrantes contradicen un decreto del Congreso de 1965, que prohíbe “la discriminación en base a la nacionalidad de origen”. Tal actitud, cerrada y xenófoba, contrasta con el tesoro cultural y económico que cada persona extranjera aporta a ese país.

Reiteramos, los migrantes no son un peligro; más bien, estas políticas exponen al peligro a millones de personas y familias, provenientes de países con realidades precarias e inhumanas, consecuencias de “una economía de la exclusión y la iniquidad”, de una economía que “mata” y de “la nueva idolatría del dinero”. También son víctimas de sistemas corruptos, impunes y excluyentes de larga data en sus naciones.

Su situación, tanto en el país de origen como en el de destino, es injusta. En el primero son sometidos a procesos de empobrecimiento por élites perversas que cooptaron el Estado y por mafias criminales que generan violencia y muerte; en el segundo, son discriminados, criminalizados y mal pagados. Así el llamado “sueño americano” se traduce en “pesadilla”.

Es ingenuo afirmar que los migrantes son una amenaza a la seguridad de ese país, menos aún, para una nación cimentada sobre los pilares de la libertad. Las restricciones injustas y discriminatorias menoscaban el derecho fundamental de migrar, atropellando la dignidad y la realización de la persona. El discurso y las acciones que criminalizan a los migrantes son una excusa barata para evitar un diálogo serio que busque soluciones dignas y eficientes al problema.

La condición de los migrantes tendrá avances significativos cuando se deje de ver más como problema político-ideológico y se enfoque su realidad humana. Este es el punto de partida para la renovación de un sistema que sirva a la persona y contribuya a la paz y al desarrollo de los pueblos.

pvictorr@hotmail.com

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