TIEMPO Y DESTINO

Los niños que no tendrán Navidad

Luis Morales Chúa

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REPRESENTAN LA CARA TRISTE, patética y más visible que nunca, de una parte de la sociedad guatemalteca que este diciembre, con sus parpadeantes luces de colores y un fondo de alegres cánticos navideños, festeja anticipadamente la Navidad.

La fenomenal fiesta de fin de año abrió sus puertas en octubre, cuando las grandes tiendas principiaron a exhibir montañas de novedosos objetos, importados especialmente para la ocasión; comenzó entonces una gran cantidad de ventas a precios rebajados y la multitud, acicateada por la compulsión a comprar, se volcó sobre esos centros comerciales para adquirir lo que estuviese al alcance de sus ingresos monetarios.

Pero, unos ocho mil menores de edad guatemaltecos —en verdad no se conoce la cantidad exacta, porque hasta de las estadísticas están marginados— conocidos como Niños de la calle, estarán la noche del 24 de diciembre fuera de sus casas, no recibirán abrazos, ni besos, ni regalos, ni más comida que la que por medios propios puedan conseguir, si es que la consiguen. Y la misma suerte correrán muchas de sus familias.

Esos menores integran la población callejera más despreciada y menos atendida por los sistemas de bienestar social latinoamericanos. Solo hay una excepción: Cuba, donde no existen niños de la calle, acierto social que es reconocido mundialmente. Así lo ha publicado varias veces la Prensa continental, y cito una de esas publicaciones:

Unicef ha reconocido que en Cuba no existen problemas de desnutrición infantil severa y que se ha convertido por ello en el único país de América Latina en lograr esa meta ideal de bienestar infantil. La desnutrición infantil es menor en Cuba que en los países del Cono Sur que disfrutan de economías más fuertes. Y en los extremos del Continente figura Guatemala, con el mayor problema de desnutrición infantil.

Y para ahondar más en el caso, Unicef reconoce que el sistema guatemalteco de atención social a los niños es, en Centroamérica, el peor.

Agrego a eso que es el nuestro, el único país en la región istmeña que todavía no tiene un hospital pediátrico oficial y que en inversión gubernativa directa en la niñez y la adolescencia de Guatemala es una de las más bajas del mundo.

Nuestro país, según ha declarado a BBC Mundo un representante de Unicef, tiene los índices más altos de desnutrición crónica de Centro América “y me atrevería a decir que el doble de la región”, dijo. Sin embargo el panorama es más complicado porque a nivel mundial está entre los primeros cinco lugares (con mayor problema) superado solo por países afectados por grandes conflictos internos.

Todos los meses, afirma Unicef, miles de niños y niñas corren el riesgo de que los secuestren, los violen o los asesinen, o de ser víctimas de la trata, mientras intentan llegar a los Estados Unidos para buscar refugio, huyendo de las pandillas criminales y de una pobreza agobiante. Y nada indica que esta tendencia vaya a disminuir, según Unicef.

Pues, miles de esos seres humanos conocidos como Niños de la calle, la noche del 24 de diciembre no estarán entre sus familiares celebrando la Navidad. Dormirán a la intemperie en los parques, en las banquetas, en cualquier lugar público, inhalarán pegamento tóxico hasta perder las sensaciones del hambre y del frío y así seguirán hasta que un día emprenderán un largo viaje del que no retornarán jamás. Morirán por hambre, exceso en el consumo de drogas, enfermedad, o porque los visitaron sujetos armados y les dispararon.

Eso es todo lo que deben esperar esos niños al abrigo de un Estado social, democrático y de Derecho que “garantiza” la vida, la libertad, la justicia, la seguridad, la paz y el desarrollo integral de las personas. No obstante lo cual, la inmensa mayoría de la población está hundida en la pobreza y la pobreza extrema, fenómenos sociales que en lugar de disminuir, crecen. Y dentro de pocos años todo estará peor.

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