CATALEJO

Los patrocinios como trampas

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El ataque de los medios informativos propiedad del mexicano Ángel González contra empresas no identificadas, pero evidentemente parte del Grupo Multi Inversiones, a los cuales pertenece Pollo Campero, es el resultado de una decisión de la entidad Fundesa, según la cual no pueden ser patrocinadores quienes se encuentren involucrados en juicios legales derivados de acusaciones de corrupción. En vista de todo lo ocurrido desde hace muchos meses, a este grupo de medios practicantes de un periodismo al cual se le puede criticar muy fácilmente y con certeza acerca de donaciones desde hace varios lustros a personajes políticos muchas veces involucrados en todo tipo de abusos de poder, por lo que la decisión de crear un código de ética empresarial acerca de esto, solamente puede ser aplaudida y sobre todo justificada.

Esto trae a colación el tema de los patrocinios, donaciones en especie, es decir anuncios, otorgados por los medios informativos a políticos, y, en general a instituciones o personas participantes en cualquier evento necesitado de publicidad masiva para tener éxito. No tiene nada de malo cuando un medio cualquiera otorga publicidad a un concierto o una presentación de alguna conferencia y a cambio recibe entradas con el fin de permitirle al medio rifarlas entre la audiencia o lectores, o repartirlas de acuerdo a algún criterio propio. Pero cuando estamos hablando de donaciones en especie a partidos políticos se convierten en inversiones, porque los beneficiados se ven forzados directa o indirectamente a adquirir propaganda gubernativa.

Otra forma de ver estas donaciones es considerarlas trampas, porque si hay investigaciones de los reales o presuntos malos manejos, los medios no pueden informar sin verse afectados. Por eso es crucial el cumplimiento de lo expresado al respecto por el Tribunal Supremo Electoral o cualquier otra institución del Estado. Todo lo anterior obliga a los medios de prensa a tener especial cuidado en escoger a quién o a qué patrocinan, así como tener vigilancia en cuanto al cumplimiento de todos los requerimientos de la ley. Las instituciones como Fundesa también deben tener especial cuidado en quiénes son sus patrocinadores, porque de alguna manera hay una relación o una aprobación indirectas cuando logotipos problemáticos aparecen en los eventos.

Bacheos sospechosos

Pareciera  que el presidente Jimmy Morales está rodeado de personas cuya tarea es sugerirle cometer errores, en un nefasto concurso.  El último es la decisión de declarar estado de Calamidad en las carreteras y enviar al Cuerpo de Ingenieros del Ejército a bachearlas, utilizando equipo previamente adquirido. Ciertamente, las carreteras del país se encuentran en estado calamitoso, por decir lo mínimo, y también las fuerzas armadas tienen organización, pero no es esa su tarea principal, y solo se justifica en  determinados casos de emergencias reales, como un terremoto —por ejemplo—. En el presente caso, no se sabe cuánto tiempo debe durar, cuál es el orden de ejecución de las obras y quién será el encargado de indicar el área necesitada de bacheo.
 
Por todas esas razones, se trata de bacheos sospechosos. En momentos de búsqueda de transparencia en todo, trabajar de esa forma los bacheos —ojo: no son reparaciones— solamente despierta suspicacia. El Ministerio de Comunicaciones no necesita   declaraciones de estado de Calamidad para cumplir con sus tareas. Ciertamente es muy urgente deducir responsabilidades de quiénes han efectuado obras cuya duración no coincide con el gasto ni las contrataciones resisten análisis técnicos. Es urgente, además, dejar las carreteras transitables, lo cual incluye evitar atascamientos, porque ya tanto las carreteras como el país entero pueden ser calificadas de colapsadas. Si se desea usar a las fuerzas armadas, en todo caso deben estar bajo las órdenes de civiles.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.