TIERRA NUESTRA

Los tres enemigos de la patria

Manuel Villacorta manuelvillacorta@yahoo.com

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Si Guatemala fuese un ser vivo, podríamos interpretar que el mismo se debate entre la vida y la muerte, sometido a tres nefastas infecciones: 1. Un congreso corrupto y reaccionario a todo proceso de cambio nacional; 2. El crimen organizado amparado en la impunidad; 3. La reactiva actitud hacia las inversiones internas y externas. Estos tres flagelos están llevando a nuestro país hacia el colapso pleno, en donde la violencia, la impunidad y la pobreza serán sus principales características, a menos que con valor y decisión revirtamos esta nefasta realidad.

1. Un congreso corrupto y reaccionario a todo proceso de cambio nacional. Desde el inicio de nuestra transición política —enero 1986— a la fecha, según datos del TSE, han surgido y desaparecido más de setenta partidos políticos. La existencia de estas nefastas instituciones ha implicado que cientos de diputados, muchos de ellos incapaces, corruptos y oportunistas, se privilegiaran ocupando una curul en el Organismo Legislativo. Desde entonces a la fecha, el Congreso es la institución más desacreditada en nuestro país. Hoy llegamos a extremos insospechados, la mayoría de diputados tendrá que enfrentar a la justicia por diversos cargos. Aún así, en una actitud irreverente, evaden la responsabilidad histórica de aprobar una ley para el desarrollo rural, la ley de aguas, las reformas electorales de segunda generación y las importantes reformas constitucionales para fortalecer el sistema de justicia. El actual congreso es un nefasto enemigo de los intereses nacionales.

2. El crimen organizado amparado en la impunidad. La corrupción es un cáncer de fatales consecuencias. A pesar de los logros propiciados por la Cicig y el MP, es evidente que la corrupción sigue succionando los escuálidos recursos públicos, impidiendo una mejoría urgente en áreas sensibles como salud, educación, seguridad e infraestructura. Pero a ese monstruo de mil cabezas se le unen las nefastas extorsiones, que están llevando a pequeñas y medianas empresas a la quiebra. La población no termina de comprender por qué es tan difícil que este flagelo sea atacado y derrotado, las fuerzas de seguridad del Estado y el sistema de justicia parecen perder capacidad operativa, mientras el delito en sus múltiples formas opera con impresionante libertad e impunidad.

3. La reactiva actitud hacia las inversiones internas y externas. Nadie puede poner en duda que el gran empresariado nacional debió cuidar mucho más la importante relación ética-capital. Fundamentalmente en el área fiscal y en el pago de justos salarios. Nadie duda también de que toda inversión debe llevar implícito el cuidado de los recursos naturales y el medio ambiente, así como el respeto a los derechos de las comunidades en donde operan estas inversiones. Pero mediante un proceso de diálogo franco y consecuente, empresarios y pobladores pueden llegar a magníficos acuerdos, que aportarían insospechables beneficios para todos. Es importante apuntar que se ha ido gestando un discurso anticapitalista basado —más allá del reclamo a sus errores— en un rechazo sistemático e incluso patológico contra todo tipo de inversiones. Sin inversiones ningún país podrá superar la pobreza, no se podrán generar recursos fiscales, no se podrán garantizar empleos e ingresos para todos.

Mientras persista la existencia de un congreso corrupto e incapaz, una nefasta criminalidad organizada y una tendencia social a rechazar las inversiones, no podremos convertir a Guatemala en un mejor país, anhelo que, sin duda, todavía muchos tenemos.

manuelvillacorta@yahoo.com

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