CON OTRA MIRADA

Maldad + ignorancia reiterada = perversidad

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La reflexión sobre lo bueno y lo malo surgió cuando los filósofos griegos analizaron el rechazo local a las costumbres vecinas; es decir, una reacción ante lo diferente. Más tarde, las religiones judía y cristiana plantearon la vida como una lucha entre el bien y el mal, proponiendo la virtud como el camino del bien, combatiendo el pecado como camino del mal, asumiendo que esa ambivalencia es innata al hombre.

La maldad, por lo tanto, es el término con el que se designa la inclinación de un individuo para provocar el mal a los demás. Esta puede ser una característica de su personalidad, que aflora en determinadas circunstancias, con el fin de sacar provecho. En su actuar habrá ausencia de afecto, empatía o bondad y prevalecerá la frialdad para alcanzar sus objetivos. Cuando ese actuar es recurrente y de mala fe, se habla de perversidad.

Por su parte, la ignorancia, desde la tradición occidental, distingue dos tipos. La ignorancia sabia, cuando se sabe que no se sabe y la profunda, cuando no se sabe que no se sabe o inocencia. También puede entenderse de modo absoluto, aplicado a una persona o grupo, como una descalificación individual o social, o bien de manera concreta, de no saber algo determinado o tener un conocimiento imperfecto sobre un tema en particular. En ese último sentido, la ignorancia no se trata de ausencia de conocimiento, sino carencia del mismo.

Durante la campaña política para las elecciones generales del 2015, luego de que el Ministerio Público y la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig) señalaron al presidente y la vicepresidenta de la Nación por actos de corrupción, apareció en vallas publicitarias la imagen de Jimmy Morales, apoyado por un partido político desconocido. La foto reflejaba inocencia de quien se presentaba como Ni corrupto ni ladrón, llamando la atención en proporción directa al escándalo por corrupción en las más altas esferas del Gobierno.

El personaje resultó ser un cómico escogido por un grupo de personas acostumbradas a manejar el poder desde la oscuridad, entre quienes la maldad parece ser habitual.

Las manifestaciones sabatinas que se dieron en las plazas de las principales ciudades del país entre abril y agosto, pues las elecciones estaban convocadas para septiembre de 2015, tuvieron, entre otras consignas, la exigencia de suspender el proceso, considerando que en aquellas condiciones políticas no se obtendría ningún resultado positivo. La élite económica del país presionó para no atender esa demanda y un Tribunal Supremo Electoral timorato siguió adelante con el programa.

Una mayoría ciudadana hastiada de la corrupción, pero inconsciente de la importancia del momento, dio la victoria a Jimmy Morales, y como buena cristiana, confió en los milagros. Lo obvio, de inmediato se hizo palpable. Desconociendo la razón de la victoria, la maldad de los titiriteros y la ignorancia del elegido, lejos de combatir la corrupción, que en abril de 2015 creímos empezaría a menguar, la estimularon. Además, una mala combinación de aquellos factores —maldad e ignorancia— determinó la selección a los más altos funcionarios de la administración pública. Basta conocer las propuestas de algunos ministros y sus declaraciones, en las que, sin que medie intento por disfrazar sus escasas cualidades, resaltan su incapacidad para ocupar el cargo. Condición suficiente para ser destituidos. Pero por qué el presidente haría eso, si ellos solo lo imitan.

Sus acciones y declaraciones a lo largo de 21 meses de gestión exponen, según quedó definido en el segundo párrafo, perversidad en su actuar.

¿Hará examen de conciencia?

jmmaganajuarez@gmail.com

ESCRITO POR:

José María Magaña

Arquitecto -USAC- / Conservador de Arquitectura -ICCROM-. Residente restauración Catedral Metropolitana y segundo Conservador de La Antigua Guatemala. Cofundador de la figura legal del Centro Histórico de Guatemala.