VENTANA

Más allá de ser honesto

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Hoy asume la Presidencia de Estados Unidos Donald Trump. La percepción mundial no es de celebración, sino más bien de incertidumbre y temor por su discurso antiinmigrantes. Se repudia también la posible intervención rusa para favorecer su elección. Espero que su equipo de trabajo logre acuerdos transparentes entre las naciones para calmar las circunstancias conflictivas que se suscitarán globalmente. En Guatemala, esta semana fue agitada. Desde vergonzosos señalamientos en contra de varios magistrados de la CSJ hasta la captura del hijo y del hermano del presidente Jimmy Morales por el caso de corrupción en el Registro de la Propiedad Inmueble. Estas circunstancias apelan a una reflexión sobre valores como el de la honestidad.

Gandhi proponía: “Sé tú el cambio que quieras ver en el mundo”. ¿Cómo queremos que Guatemala avance si actuar con honestidad no es parte de nuestra vida cotidiana? En Japón ser honesto es parte de la cultura nacional. “Si no es tuyo es de alguien más”, les inculcan los padres y maestros a los niños japoneses. Comento una anécdota que lo demuestra. Una sobrina mía visitó este país en diciembre pasado. Ella viajaba en el tren de Nara a Osaka y dejó olvidado en el asiento su iPhone. Se dio cuenta de que no lo tenía varias horas después. “¿Cuántas personas se habrán sentado en el mismo lugar?”, pensó. Llamó a Japan Rail. En la sección de “perdido y encontrado” le preguntaron el número del tren, del asiento y la parada donde se había bajado en Nara. Dio detalles de su celular; por ejemplo, el color de la carátula protectora. Con solo esos datos le indicaron que ahí lo tenían, y por la módica suma de 10 dólares se lo enviaron a su hotel. ¡En menos de 48 horas lo tenía en sus manos!

Existe una actitud que va más allá de ser honesto, la de ser impecable. De acuerdo a Don Juan, el sabio chamán de los libros de Carlos Castaneda, actuar impecablemente es ser alguien congruente. Es alinear nuestro pensamiento con nuestro cuerpo y nuestro espíritu, “caminar lo que hablamos”. Esa actitud no solo no daña a otros, sino que impide dañarnos a nosotros mismos. La impecabilidad no distingue entre acciones grandes o pequeñas. Nos garantiza la energía para seguir adelante en el camino de la vida y evitar el estancamiento. El deshonesto, el mentiroso, el que engaña al otro, se cree muy astuto, pero al final el engaño cae sobre sí mismo. Ilya Prigogine, premio Nobel de Química en 1977, comenta que existe un lado de la realidad que es inestable y que genera incertidumbre. Sin embargo, agrega que en ese lado de la realidad, “pequeñas vibraciones pueden crear nuevas circunstancias”. Lo ilustro con un hecho real. Hace algunos años, un barco perdió en alta mar un contendor de zapatos. La fuerza de las olas abrió las cajas. Para sorpresa de la gente, los zapatos tennis para el pie izquierdo aparecieron en una misma playa y los del pie derecho en otra playa diferente. Su forma determinó la corriente del agua que los llevaba.

Cuando actuamos de manera impecable forjamos nuestro ser con una “forma”. Lo mismo ocurre cuando somos mentirosos y deshonestos. Para Eric Fromm, quien engaña le da más importancia al tener que al ser. En nuestra cultura chapina, a quien comete acciones que riñen con la ley se le considera como una persona sagaz. Esa valoración errónea ha envenenado a nuestra sociedad. Seremos otro país cuando la honestidad sea parte de nuestra cultura. “¡Ese pequeño cambio es tan grande que nos puede llevar a crear otra historia!”, cantó el Clarinero

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