CON OTRA MIRADA

Monterrico

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La aldea Monterrico, jurisdicción de Taxisco, Santa Rosa, se localiza entre el canal de Chiquimulilla y el océano Pacífico, a tres metros sobre el nivel del mar. Hacia 1940 ya representaba un importante destino turístico para la región. Llegando desde La Avellana a través de lagunas conectadas con el Canal abierto en esa época, su desarrollo urbano fue a lo largo de una amplia banqueta desde el embarcadero hasta la playa; la otra vía era desde Puerto Viejo, Iztapa hasta Hawaii por una brecha, a lo largo de doce aldeas.

Los desastres causados por los fenómenos naturales muchas veces son aprovechados como oportunidad para llevar a cabo obras relegadas. El huracán Mitch (1998) inundó la región, por lo que fue necesario dragar el canal de Chiquimulilla. La brecha entre Puerto Viejo y Monterrico se amplió a una carretera de terracería y en las postrimerías del gobierno de Álvaro Arzú, se asfaltó. Sus características se limitaron a los recursos disponibles dentro del marco de la reconstrucción que incluyó escuelas en cada aldea y puestos de salud.

El fácil transporte de personas y mercaderías trajo consigo la prosperidad. Aumentó el turismo, creció la mancha urbana con casas de fin de semana, hoteles y restaurantes; subió el comercio, surgieron farmacias y otros servicios y junto a eso, el riesgo que se perdiera el equilibrio entre la naturaleza y la arquitectura vernácula de la aldea, con los adefesios con que los guatemaltecos solemos arruinar el paisaje, sea este natural, arquitectónico o urbano.

Pedro Cofiño, vecino de fin de semana, con su característico entusiasmo se propuso evitar el desastre presentido. Entró en contacto con los lugareños y sus autoridades, lo mismo que con la Universidad de San Carlos a cargo del Centro de Conservación, creándose un Consejo Comunitario de Desarrollo. Se convocó a otros chaleteros (dueños de chalet), se habló con el Alcalde de Taxisco e involucró al Instituto de Turismo y al Ministerio de Comunicaciones.

Quedó claro que la conservación y desarrollo de un sitio protegido es importante, valioso y rentable para todos. Monterrico es un bello paseo en donde la prosperidad es obvia y corre de la mano de la armonía y equilibrio entre naturaleza y obra construida. Para los techos de las nuevas construcciones prevalece el manaco, material tradicional de la zona.

Además, sobresale la ausencia de vallas publicitarias y rótulos, como no sean aquellos indispensables para orientar al visitante. Llama la atención el profuso y delicado uso de la vegetación y plantas ornamentales que ponen de manifiesto el orgullo de los vecinos por presentar sus casas y negocios de manera atractiva.

Desconozco si para logarlo priva un reglamento específico, resultado del esfuerzo que todo aquello implica o si, por el contario, se trata solamente de convencimiento propio, sentido común y buen gusto. En cualquier caso, enhorabuena a los vecinos y sus autoridades por la imagen urbana y arquitectónica que proyecta su aldea. A Pedro Cofiño, saludos hasta la eternidad por su indeleble huella.

jmmaganajuarez@gmail.com

ESCRITO POR:

José María Magaña

Arquitecto -USAC- / Conservador de Arquitectura -ICCROM-. Residente restauración Catedral Metropolitana y segundo Conservador de La Antigua Guatemala. Cofundador de la figura legal del Centro Histórico de Guatemala.

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