CATALEJO

Morales tensa cuerdas de la institucionalidad

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Los mandatarios guatemaltecos pasan por algunas etapas. Al ser electos, no se dan cuenta de ser el presidente. Luego, lo descubren y comienzan a actuar como tales, pero a causa del criterio monárquico absolutista reinante en muchos de los ciudadanos, comienzan a actuar como reyezuelos tropicales. Cerca del final, cuando la cercanía de las elecciones comienza a mostrar el ocaso, se creen el presidente. En el caso de Jimmy Morales, esa etapa monárquica se encuentra en su máximo esplendor, a consecuencia de la participación de aquellos autodenominados consejeros, comienza a considerar enemigos a todos aquellos con criterios distintos, como la oposición, y a quienes critican y señalan los yerros imposibles de ver por la denominada “rosca” cercana.

El presidente Morales, por otra parte, está coincidentemente en la etapa de no darse cuenta de su alta investidura, ni de los efectos nacionales e internacionales de sus palabras o —peor aun— de sus mensajes enviados por redes sociales, aunque esto último no lo hace con poca frecuencia, gracias a la inspiración divina a la cual él gusta tanto evocar. Pero cae en el error de lanzar dardos venenosos y con un rumbo equivocado en eventos públicos. Además, mezcla mensajes políticos con elementos religiosos, sin darse cuenta del riesgo de “irlandización” nacional. Pero fuera del país, esas afirmaciones son, como debe ser, valoradas en su verdadera importancia por el hecho de provenir de una autoridad nacional de tanta importancia como es la presidencia de la república.

El miércoles, Morales arremetió de nuevo contra entidades importantes, con el esperado efecto búmeran. Lanzó andanadas contra el Ministerio Público, la Contraloría General de Cuentas, la Procuraduría de los Derechos Humanos y la prensa. Los tres primeros son entidades de trascendencia para el funcionamiento del aparato público y de la persecución criminal y delictiva. Al hablar de esta manera, traspasa los límites tanto de la prudencia como de la legalidad e incluso se pone en riesgo de ser objeto de peticiones y procesos en su contra, de los cuales solo escapa a causa del cómplice respaldo de un grupo de diputados integrantes de un Congreso de los peores llegados al edificio de la 9ª avenida. Y eso, francamente, es decir mucho por razones obvias.

Como era de esperarse, lanzó de nuevo sus cañonazos verbales contra la prensa independiente, a la cual acusó de ver una realidad distinta. Para su sorpresa, esa misma tarde el embajador estadounidense, Luis Arreaga, alabó la libre emisión del pensamiento y ayer la Oficina del Alto Comisionado de los Derechos Humanos para Guatemala y la Unesco manifestaron su preocupación ante cualquier amenaza. Esto se debe a la gravedad de lo expresado de manera hepática e irreflexiva por el mandatario, quien no quiere entender la soledad en compañía. Los vendedores situados a su alrededor no iban a extenderle apoyo, sino a protestar contra otros manifestantes, y otros ni supieron responder sobre el motivo de la protesta. Por aparte, Edwin Escobar, presidente de la Asociación Nacional de Municipalidades, le dio la espalda. Si eso no es estar solo, no sé qué es.

Guatemala está metida en un embrollo de demasiadas tensiones y el presidente no puede asumir el papel de instigador, porque representa la unidad nacional. Ante la soledad, son necesarias otras opiniones, perspectivas y criterios, escucharlas y tomarlas en cuenta o no, pero no con gritos destemplados. Algo debe quedar claro: es muy inconveniente para el país la salida del cargo presidencial, porque puede convertirse en una tradición, quienes asumen el cargo no son los elegidos en los comicios. Y con el Congreso actual, las posibilidades son nefastas, como lo prueba, por ejemplo, el esfuerzo por dejar sin castigo al transfuguismo. En resumen, no solo el presidente está solo. También cae en esta categoría el Congreso, merecedor de un análisis específico.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.