TIEMPO Y DESTINO

Nostalgia por los primeros afanes

Luis Morales Chúa

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REPRODUZCO HOY la primera parte de una pieza oratoria del primer director de PRENSA LIBRE. Dice así:

Entrañable Pepe de Lima:

Queridos amigos y compañeros:

Permítaseme comenzar con una confesión recóndita. A concurrencia tan dueña de mis afectos no podría decir, hoy que la gran magnificencia de nuestro gran Pepe de Lima nos reúne para celebrar los veinticinco años de Prensa Libre, frases pomposas de circunstancia y, menos de auto-encomio. Yo sé que en aras de la amistad me sería perdonado pero me sentiría culpable. Pienso que no son necesarios, ante el amigo, el alarde ni el festón. Es mejor credencial el gesto sincero, pues en la franqueza anida la fuerza cohesiva cuando la amistad es excelsa y genuinos los sentimientos fraternos.

Con esos títulos yo quiero admitir ante ustedes que este aniversario de Prensa Libre ha desanudado en mi interior un efluvio nostálgico; es una suerte de tenue velo sentimental que me induce a recordar con especial emoción los afanes de los primeros días, la lucha de los años iniciales, la ilusiones, los rostros y las manos de aquellos que nos acompañaron en las jornadas del principio. La evocación es el sahumerio de la gratitud. Pero, también, de la nostalgia. Lo confieso con tristeza. Siento que algo se ha perdido en el camino, que han quedado atrás jirones preciosos, como ofrenda ineluctable, quizá, a la prosperidad y al crecimiento. La alegría del trabajo, por ejemplo; también, el compañerismo trascendente, sin etiquetas y sin resentimiento de clase, que nos hermanaba en la faena cotidiana, el corazón abierto, las manos cordiales, en apretado nudo solidario; y, luego, aquella sensación deleitosa de trabajar entre amigos que se estiman y se respetan, inclinados siempre a la tolerancia, a la condescendencia, dispuestos todos a mirarse a los ojos sin agravio y sin despecho … ¿Pequeñas cosas, talvez, si se comparan con los logros de otro género que ahora tenemos a la vista? Yo no lo creo así. Aún más; a los amigos puedo confiar mi secreto más íntimo. Puesto a elegir, preferiría sin vacilaciones la prescindencia de éstos a cambio de la vigencia permanente de lo otro.

Advierto que no se me escapa que hay en marcha un proceso universal de trastrocamiento de valores, de nuevas actitudes frente a la vida que se nutren en la agresividad y el odio, como corresponde, innecesario es señalarlo, a una sociedad ululante por virtud del desbordamiento demográfico. Además, el hombre ha sido siempre el resultado de sus pasiones y de sus apetitos; aquellas son fáciles de alborotar –he ahí la razón del apogeo de la demagogia- y estos casi imposibles de dominar; he ahí el porqué del canibalismo aciago que se acentúa conforme sube la tasa de natalidad en todo el mundo; pero hoy no me interesan las causas sino las consecuencias, que son las que me duelen y me incitan a evocar, nostálgicamente, otros días menos fastuosos, aunque para mi más placenteros y, si se quiere por simple sentimentalismo, más apetecibles. Eran los días de miel y rosas, en un marco de sencillez e indulgencia.

No se me olvida la estrecha casita de la tercera avenida que vio nacer a Prensa Libre y cobijó sus primeros anhelos. La sala familiar convertida en oficinas de la Dirección, las pequeñas habitaciones —tan oscuras— en donde cupieron, por milagro, casi, la Redacción, su Jefatura, la Administración y la Gerencia. Al fondo, formando escuadra, lo que fueran el comedor y el traspatio, en donde poco después se instalaron las primeras máquinas propias del periódico. ¡Nuestro flamante taller! Un estropeado linotipo, la caprichosa “huracán” Lee, unas cuantas cajas y unos pocos amigos leales; era aquel un escenario diminuto para unos sueños desmesurados; un albergue tibio para una obra de amor.

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(*) Agosto de 1976, hotel Guatemala Biltmore. Homenaje a Prensa Libre ofrecido por el empresario

José A. de Lima, con motivo del XXV aniversario de fundación de este medio de comunicación social.

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