PERSISTENCIA

Orfeo

Margarita Carrera

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El heleno humano no pudo soportar por largo tiempo el fatalismo y apego a la “physis” que se dan en Homero y en los poetas líricos, trágicos y cómicos. Este fatalismo, con sus dioses que simbolizan no solo las implacables fuerzas de la naturaleza, sino las leyes inexorables que rigen la “psyche”, se resume así: el hombre ha venido a este mundo, en primer término, para esforzarse por ser cada día mejor (“aristos”),  alcanzando, con ello, la única inmortalidad posible: que un poeta le perdure en sus gloriosos cantos. En segundo término, para gozar de todas las riquezas materiales que el hombre libre puede disfrutar: comida, vino, amor, juegos o luchas, etc.; todo ello con mesura, esto es sin caer en los excesos que  conllevan al sufrimiento.

Sin embargo, se ve desamparado ante los dioses (=fuerzas externas e internas que lo gobiernan) y sabe que, por el simple hecho de haber nacido, será condenado por toda una eternidad al Hades o infierno, sin esperanza de redención alguna.

El “super-hombre” griego que se enfrentaba heroicamente a tal fatalismo no habría de durar para siempre. Nace, entonces, una filosofía religiosa ante la vida, que toma cuerpo en la creencia en un más allá, no de delirantes y pálidas sombras impotentes, como en el Hades homérico, sino un más allá que creerá que la muerte es la verdadera vida y que, por tanto, el humano ha de tener no solo esperanza en la inmortalidad del alma, sino en una redacción paradisíaca, o en la transmigración de las almas.

Es así como el “orfismo” arroja por la borda la concepción homérica que considera al cuerpo vivo como al hombre mismo, y al alma como a una sombra pálida y sin ser ni quehacer después de la muerte.

De tal modo que los varones éticos y estéticos, de índole eminentemente homérica, empiezan a desaparecer por los siglos VII y VI a. de C. Aunque en el siglo V se dé, frente a la grandeza de las artes plásticas, la inigualable grandeza de la tragedia y comedia griegas, que reviven la época heroica y mítica catada por Homero. Ya Eurípides absorbe en sus tragedias las convulsiones religiosas y si no los valores estéticos (que respeta de acuerdo con la tradición), sí sus valores éticos (que comulgan con el “orfismo” y culminan con la nueva religión filosófica socrática), aparecen en forma clara o velada en casi todas sus tragedias.

Pero se hace pertinente explicar que el “orfismo” es una corriente revolucionaria griega, de índole religiosa, que aparece entre los siglos VII y VI en Grecia. Tal corriente está inspirada en los escritos atribuidos a Orfeo, personaje mítico que se hace célebre como cantor de un poema épico denominado Argonáutica (del cual existen fragmentos), de algunos Himnos y de la Teogonía. Es de Tracia y se le atribuye el invento de la lira y de la cítara. Se relata que desciende al Hades en busca de su esposa Eurídice. Consigue de los dioses que le sea devuelta, bajo la condición de que parta él primero y no vuelva la cabeza hasta haber traspasado las puertas del infierno. La curiosidad le lleva a volver la cabeza y pierde de nuevo a Eurídice. Lo cual, según mi opinión, tiene un significado simbólico que interpreto así: volver la cabeza para mirar el “otro mundo” equivaldría a tomar una especie de “fotografía” grabada de manera imborrable en su memoria para ser transmitida a los demás humanos, lo cual pone en peligro a los dioses o a los poderosos que gobiernan caprichosa e injustamente a los hombres.

La leyenda popular dice que Orfeo es muerto a manos de las mujeres tracias, humillado por la fidelidad que guarda a su esposa.

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