CATALEJO

Para poder afianzar la institucionalidad

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A solo ocho días de la fracasada intentona de Jimmy Morales contra Iván Velásquez y luego de la andanada de críticas contra el presidente y de los señalamientos lanzados al jefe de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, comienzan a surgir justificadas y valiosas voces para detener las acciones beligerantes y entender la necesidad de afianzar la ahora tambaleante institucionalidad del país, como consecuencia de acciones desde el inicio de la democracia electoral. Entre ellas se pueden mencionar al sector privado organizado en el Cacif y a la Conferencia Episcopal, y se despierta la esperanza luego de la decisión presidencial de ya no mencionar el tema, así como de las declaraciones de seguir la lucha contra la corrupción.

Las instituciones fallaron porque en Guatemala se consideró a los seres humanos superiores a estas. La presidencia pasó de ser monárquica, a causa de la mayoría oficialista en el Congreso en la elección de 1985, a monárquica absoluta, con los torpes Jorge Serrano y Álvaro Arzú, quienes en base de alianzas vergonzosas estuvieron en el poder, ya abiertamente transformado en una fuente de corrupción, hoy una imparable avalancha. Pasó a la mediocridad con Óscar Berger, a la poca seriedad con Portillo, y a naufragar totalmente en fango de la desvergüenza y la corrupción sin límites con Colom, Pérez Molina, y completara esto la improvisación actual de alguien cuya incapacidad no le permite entender haber sido utilizado.

Igual ocurre con el Congreso y con las cortes Suprema de Justicia y de Constitucionalidad, o el Tribunal Supremo Electoral y las alcaldías del país. Descendieron en la calidad humana de demasiados de sus integrantes, y por eso ahora la tarea del rescate institucional, si bien comienza con la presidencia, no se puede ni se debe detener allí. La semana anterior fue tremenda porque demostró las razones por las cuales países extranjeros a través de la ONU tienen justificadas sus acciones, vergonzosas pero necesarias. Es el momento de analizar al Congreso y la forma de integrarlo, así como a la mala idea de crear comisiones de postulación para las entidades de justicia, ahora tardía, parcial y sujeta a las güizachadas de abogados y políticos impresentables.

La Cicig merece mención aparte porque ahora hay consenso en pedirle realizar con balance su tarea. Se le puede aplicar el viejo adagio “del enemigo, el consejo”, es decir de analizar hasta dónde hay validez en las críticas basadas en una acusación de parcialidad. Esta tarea hacia su norte es positiva para el país, y podrá demostrar la diferencia entre Velásquez y sus antecesores, el estrafalario y poco serio español Castresana, y el diletante y superficial costarricense DÁllanese, causantes de mucha de la mala imagen de la institución. En la urgencia por mantener la lucha contra la corrupción coinciden incluso sus más hepáticos e irreflexivos adversarios, por convicción o haber entendido los terribles efectos económicos, sociales y políticos de los berrinches.

Las investigaciones de la Cicig no son acciones exclusivas del actual comisionado, sino de un equipo. Por eso su salida no cambiaría nada a beneficio de los corruptos. Pasada esta tormenta, debe seguir con la limpia de partidos corruptos, llegados o no al poder, cuyos impresentables adalides tienen motivo para temblar. Eso toma relativamente poco tiempo y permite la posibilidad de lograr unas elecciones con participantes y resultados distintos. Da horror pensar en la posibilidad de agregar al cartón de lotería electoral los signos de más partidos engendrados con iguales condiciones. Es allí donde se vuelve crucial el TSE. Mientras, es necesario sostener al actual presidente, siempre y cuando cese en sus torpezas, en su compañía de ese tropel de maleantes.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.