CATALEJO

Perece veto legal a las reelecciones

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Al momento de escribir este comentario, ya es clara la inminente declaratoria oficial de la reelección de Juan Orlando Hernández en la presidencia de Honduras, luego del mensaje emitido por el Departamento de Estado en Washington, al instar “a todos los candidatos a respetar los resultados oficiales una vez que se anuncien”. El significado es evidente luego de la tardanza de presentar los datos y del hecho tan extraño de un cambio en los votos favorables al ungido a partir del momento de los primeros resultados el domingo de las elecciones.  Independientemente de la conveniencia o inconveniencia de la ganancia de Salvador Nasralla, la primera víctima es el veto constitucional a la reelección, y por ello su riesgo en todos los países donde existe. (El subrayado es mío.)

La tentación reelectorera es casi una epidemia en América Latina, sin haber diferencia alguna en la real o supuesta división ideológica de “derecha” o “izquierda”. Lo demuestra Álvaro Uribe, quien fue autorizado sospechosamente a competir por un segundo período en Colombia y hasta en su tercera intentona recibió un urgente veto legal. Daniel Ortega ya va por la cuarta elección, donde ahora se gana con el 30% de los votos, y pronto su tiempo sumado en la presidencia será mayor a la de los Somoza. Chávez hizo algo parecido y Evo Morales es el otro miembro de ese cuarteto nefasto, al cual se unirá Nicolás Maduro. La diferencia es la ausencia de tácito apoyo estadounidense. En Guatemala, Ubico “congeló” la prohibición.

Honduras estaba en una disyuntiva terrible. Una, aceptar el resultado tan sospechoso de un gobierno oscuro. Dos, un proceso de “jimmimoraleszación”, consistente en buscar un presidente títere de sectores también oscuros, encabezados por Manuel Zelaya. La fórmula, muy similar: buscar a un personaje de amplio conocimiento en el electorado por sus actividades de estrella de televisión, aunque con la diferencia de haber participado en los comicios anteriores, con un resultado del 12% de votos favorables. Le hubiera sido imposible independizarse de la influencia y protectorado zelayista, con el riesgo de representar a una izquierda similar a la de Sandra Torres como mando real del país, y niveles de corrupción y endeudamiento nacional nunca vistos.

Un factor interesante en el caso hondureño es la victoria oficial en las elecciones de alcaldías, lo cual comprueba la impopularidad personal del presidente. Los votantes tenían clara la prohibición constitucional de la reelección, concepto cuyo significado es “volver a elegir”, no únicamente volver a elegir a quien tiene el poder, en una especie de prolongación del período. Para el resto de países donde ese valladar existe, la ciudadanía debe preocuparse porque ello abre la puerta no solo a una reelección, sino a cuantas desee participar cualquier político deseoso de seguir “sirviendo a la patria”. ¡Por favor! En Guatemala, el ejemplo clásico es el de Álvaro Arzú, ahora enfrascado en crear una monarquía, sin importarle el prestigio de su hijo.

Lo ocurrido en Honduras debe preocupar a los guatemaltecos porque se abre la puerta a la reelección, aunque sea a base de guizachadazos, y la actitud estadounidense, con el silencio de la Organización de Estados Americanos, la ONU, etcétera, le dará alas a quienes manejan los hilos causantes de los movimientos presidenciales. Sin duda es muy pronto para llegar a conclusiones, y ahora solo queda hacer votos porque no se desborde la violencia en ese hermano país, castigado —como el resto de repúblicas centroamericanas y latinoamericanas— por el azote de políticos cada vez más inescrupulosos, cuya característica común es el apoyo a toda burla al espíritu, forma y fondo de la democracia y con ello al desconsuelo y rechazo ciudadanos.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.