EDITORIAL

Redes delictivas de impacto social

Hace algunas semanas, el diario digital salvadoreño El Faro publicó un informe titulado La mafia de los pobres, en cuya investigación había colaborado The New York Times, y que permitía llegar a la rápida conclusión de que el accionar criminal y delictivo de las maras les representa ganancias más bien marginales, muy distante de las usuales creencias, pese a que la cauda mortal que dejan a su paso es catastrófica y socialmente preocupante.

En los documentos en poder de las autoridades salvadoreñas, a los que tuvieron acceso los periodistas, se resume que en los operativos contra las extorsiones realizados por tres años, entre el 2012 y el 2015, habían sido confiscados 34 mil 664.75 dólares, una cifra francamente irrisoria si se toma en cuenta que su monto real ha obligado al Departamento de Comercio de Estados Unidos a prohibir comerciar con dichas bandas de criminales.

Otro detalle que debe apuntarse de esa extensa investigación se refiere a los rutinarios operativos efectuados por las autoridades para reducir la actividad de las pandillas, la cual se concentra en las extorsiones planificadas incluso desde las propias prisiones, tema en el cual tenemos muchas coincidencias.

Durante los últimos dos días, centenares de agentes de la Policía Nacional Civil de Guatemala participaron en un vasto operativo que permitió la captura de 88 personas, así como la identificación de 23 pandilleros que desde las prisiones ordenan extorsiones y otros crímenes.

Esta reflexión no constituye en manera alguna una apología o victimización de estos grupos criminales. Por el contrario, es un nuevo llamado de atención a que se integre un círculo funcional de justicia, por el cual los detenidos y condenados sean verdaderamente confinados y sin posibilidad de dirigir a sus cómplices para ejecutar represalias, algo en lo que el Sistema Penitenciario ha fallado por lustros.

Junto con todo esfuerzo de combate del crimen también deben existir amplios programas de reinserción social, para crear oportunidades de redirección del comportamiento, instituciones de reeducación y reinvención personal, campos en los cuales existen precedentes exitosos en EE. UU. Un ejemplo son las prisiones de Massachussetts, donde el guatemalteco Byron Titus ha tenido papel fundamental y ha ofrecido en repetidas ocasiones su experiencia a los gobiernos guatemaltecos, incluyendo al actual, pero ha sido hecho a un lado para privilegiar otras agendas que a todas luces han fracasado y en cambio su conocimiento ha llegado a otros países.

Por supuesto, la impartición de justicia es otra importante arista del problema, por lo que tanto el Ministerio Público como el Organismo Judicial deben buscar mecanismos de celeridad en estos hechos, pero también actuar con vehemencia y rigor en los casos de corrupción a gran escala, cuyos responsables parecen estar listos para regresar a las andadas. Tanto en cuanto a los pandilleros como a quienes son delincuentes de cuello blanco, se trata de complejas redes que ponen en peligro y en zozobra a la sociedad en su conjunto, aunque tengan métodos distintos pero igualmente perniciosos.

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