ESCENARIO DE VIDA

Soy el Lago de Amatitlán y estoy próximo a morir

Soy el Lago de Amatitlán. Desde hace mucho me han hecho daño los humanos que viven cerca de mí. He dejado tiempo atrás de ser cristalino y últimamente se   ha agravado  mi enfermedad. Lo siento en mi olor fétido y mi color verduzco muy pronunciado. Estoy a punto de morir.

Son 14 municipios los que están cerca de mí, y pareciera que yo no les importara, pues me mandan contaminación hídrica, sedimentos y desechos de toda clase. Me lo echan todo a mí como si yo no valiera nada. Me siento triste, porque he visto que muchos comunitarios sí tienen dinero para comprarse sus celulares, cervezas, sodas y hasta pagan un sistema de cable. Pero yo no les importo, pues no pagan por la extracción de basura, la cual luego me llega.

En la Cuenca viven dos millones de habitantes, y cómo diera yo por obtener su amor. Cada uno genera una libra diaria de basura y por lo menos la mitad me llega a mí. ¡Por ello recibo 1 millón de libras de basura diarias! No me lo merezco. A mi alrededor se han creado muchos basureros clandestinos y mucha gente prefiere tirar allí la basura que pagar porque la recojan. Luego llegan las lluvias que traen de regreso su basura. Hablo de 700 camionadas de basura que recibo en tan solo los primeros chubascos. Y si también siguen enviándome aguas residuales desde los campos agrícolas, no sanaré.

La Autoridad para el Manejo Sustentable de la Cuenca y del lago de Amatitlán (Amsa) ha querido salvarme, pero yo sigo en el intensivo. Con Q25 millones anuales que el Estado otorga a Amsa para sanarme y, a pesar de los Q1.8 millones que entregó el BID del 2008 al 2015, mi condición sigue siendo crítica, lo que prueba que no solo se trata de aportar monetariamente, sino de voluntad de todos para sanar mi enfermedad. Cada día, Amsa limpia los basureros clandestinos y qué frustrante para ellos, ver que vuelven a estar llenos en la tarde.

¿Ven por qué no me curo? Porque falta amor de los que me rodean. Pido a cada fábrica, restaurante, hotel, comedor, casas de habitación, chaleteros, y alcaldes que se unan para aliviar mi dolor. Yo brindo esparcimiento, belleza, oportunidades de trabajo, turismo y pesca. ¿Y ustedes qué hacen?

De sus casas o negocios vienen descargas directas de su basura a los ríos y éstos finalmente me llegan a mí. En el río Platanitos, de San Miguel Petapa, ha sucedido ésto ¿pero cómo multarlos, si no hay peso en la legislación ambiental? No parezco importarle ni a los diputados ni a los políticos ni a los gobernantes. Hay un Acuerdo Gubernativo desde 1989, pero pareciera no servir de nada. Se ha venido prorrogando su cumplimiento y si estas prórrogas continúan jamás sanaré.

Sin embargo, uno de los diagnósticos me lo está dando el ingeniero César Barrientos, consultor en Ciencias Ambientales y Ecotecnología, con experiencia de 30 años, hidrólogo en proyectos de riego e ingeniero sanitario-ambiental. Él me dice que el problema se deriva más por los contaminantes que vienen de la Ciudad de Guatemala y no únicamente por los impactos locales del poblado de Amatitlán. Los contaminantes vienen de la cuenca del río Michatoya, pero están también los aportes agrícolas con fertilizantes químicos y la escorrentía en tierras fosfatadas de origen volcánico. Lo triste es que me están matando pues no tengo mucho volúmen, ni área, pero sí desmesurados contaminantes tanto orgánicos como químicos que me provocan problemas de eutrofización y envenenamiento y en poco tiempo estaré desahuciado.

Mi piel parece una plasticina verde en vez de agua. ¿Cómo me podría curar? Espere mi siguiente relato la próxima semana.

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