¿Qué país queremos ser?

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Por lo que leí en los medios de comunicación, a la gente de San José del Golfo le dijeron que se haría un complejo habitacional y no un proyecto minero. Mentira tras mentira. Lo que vi también en las imágenes de los medios fue gente humilde, que se enfrentó a un centenar y medio de policías antimotines, con inusitado coraje para defender su territorio, para conservar el agua sin contaminantes letales, para tener tierras que puedan ser cultivables.

¿Por qué los gobiernos no han generado proyectos de desarrollo en estas poblaciones en condiciones de pobreza? Porque no es fácil. Porque lleva tiempo generar mercado. Porque implica tener una clara visión del país que queremos ser y tener la capacidad de trabajar con compromiso para lograrlo en el largo plazo. A los funcionarios del Gobierno ya no les gusta eso, trabajar, sino solo negociar.

Yo creo en la empresa, y ahora más que nunca en las empresas sostenibles, porque no sólo debemos pensar en nuestro bienestar, sino en la prosperidad de las futuras generaciones de guatemaltecos, tan amenazada por la violencia, la desnutrición, por un sistema educativo pobre y desactualizado. Me aterra pensar que las mineras extranjeras nos dejarán sin montañas, sin agua, sin vida…

Las comunidades amenazadas por las mineras han aprendido que los métodos de extracción de oro y plata alteran los suelos, la fauna y la vegetación. Los mantos acuíferos corren peligro por las descargas de agua contaminada de la mina —nitratos, metales pesados, ácido—. Hoy en día, el impacto de la minería es uno de los problemas que afectan al mundo entero. Guatemala está en una encrucijada. Se juega su futuro si los gobiernos continúan promoviendo la minería en lugar de enfocar su desarrollo en potenciar el talento de la gente y preservar sus ricos ecosistemas. No olvidemos que mundialmente Guatemala ha sido reconocida como una nación megadiversa. Este potencial natural es uno de sus mejores recursos para este tercer milenio. Si Guatemala invierte en una economía humana en alianza con la naturaleza, que es a lo que apuestan los mercados internacionales hoy en día, su futuro se irá para ¡arriba!

La vieja mentalidad responde a una economía que crece en detrimento del mundo natural y del ser humano en condiciones de pobreza. Esta mentalidad de máquina, descarnada, de la era industrial, debe cambiar. El desalojo violento de La Puya, en lugar de aumentar la crisis, debe transformarse en una oportunidad de diálogo maduro entre los sectores de gobierno, sector privado y la sociedad civil. Tenemos que acordar ¿qué país queremos ser? A mi juicio, es imprescindible que los chapines luchemos hasta encontrar el camino para el desarrollo rural sostenible en Guatemala.

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