LA BUENA NOTICIA

Permanecer en Él

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“Así como la raíz hace llegar su misma manera de ser a los sarmientos, del mismo modo el Verbo Unigénito de Dios Padre comunica a los santos una especie de parentesco consigo mismo y con el Padre, al darles parte en su propia naturaleza… y los nutre en la piedad y los lleva al conocimiento de la verdad, y a la práctica de la virtud”.  (San Cirilo de Alejandría, 376-444 d. C.) Esta hermosa y antigua explicación del Evangelio de hoy, en el que Cristo Resucitado se presenta como la “Vid Verdadera” a la que hay que “permanecer unidos para dar fruto”, choca frontalmente con el triste fenómeno del “no permanecer ni sentirse parte de…”, que en la posmodernidad cunde en el “transfuguismo” de todas clases: político, comercial (variación de preferencia de marcas), pero también religioso: en el “no permanecer, sino vagar de iglesia en iglesia”, buscando más que al Dios verdadero, la cantidad de emoción y adrenalina o “sentimiento religioso” agradable y de mercado tan exitoso en nuestros días. Ya la doble raíz latina de permanecer (“per” = completamente, y “manere” = quedarse) alude más que a un pasivo “estar”, a un “llegar a ser parte dinámica y viva de…”: concepto poco elocuente en los tiempos actuales del “usa y tira” y de la sobreoferta de credos que afirma que “todo es lo mismo, nada le gana a nada” y por lo tanto esa “permanencia” dura lo mismo que la satisfacción sin ideas ni convicciones de fondo. En su trilogía sobre la “Global Faith”, J.P. Jenkins advierte sobre el creciente comercio de “experiencias de un Dios sin rostro, o de un Cristo con cirugía plástica”, al gusto del cliente, al que se acude cada vez más, en detrimento de las “Iglesias-institución” que buscan reencontrar motivaciones profundas para sus fieles que migran hacia lo que se “adapta” a sus conceptos o mejor, a sus emociones: desde el paso del “rígido catolicismo” a la “libertad pentecostal”, e incluso de un “cristianismo sin exigencias” a la posible conversión yihadista radical y de tendencias violentas. En fin, ya San Juan Pablo II denunciaba en Memoria e identidad (2005) que mientras todos parecen alzarse contra una “justicia sin libertad”, pocos claman por la debida unión entre “libertad y verdad”. Y así, el “permanecer” ya no es en base a dicha verdad o verdades derivadas, ni al análisis histórico y racional de esta o aquella creencia, sino a los intereses personales, a las pequeñas ideologías convenientes, a la emoción que deja esta o aquella iglesia, este o aquel “dios” sin rostro. Ante la verdad no hay, como en los antiguos cines, “permanencia voluntaria”: sino un deber permanecer donde indique una conciencia bien formada. El Resucitado pide hoy aquella “permanencia” del sarmiento a la vid, que se hace “identificación duradera”, como diría San Pablo: “Vivo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí”, y que haga creíbles las muchas expresiones religiosas en medio de la desilusión por corrupción, impunidad e insolidaridad que en países “de creyentes” reflejan una grave “separación o divorcio” entre la Fe y la Vida; “permanencia” en fin, que se traduzca en los frutos perdurables de caridad, justicia, paz, reconciliación y alegría para una “Guatemala realmente distinta”.

ESCRITO POR:

Víctor Hugo Palma Paul

Doctor en Teología, en Roma. Obispo de Escuintla. Responsable de Comunicaciones de la CEG.