PERSISTENCIA

Personalidad multifacética

Margarita Carrera

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El hecho de que un ser humano desarrolle dentro de sí varias personalidades totalmente opuestas y diferentes implica, dentro de la escala de la psiquis, a un artista o a un enfermo mental.

Ello nos llevaría a asegurar que en todo artista hay un enfermo mental y que en todo enfermo mental hay un artista.

En efecto, el artista dejaría de serlo si dentro de él no experimentara enfrentamientos y conflictos. Estos surgen en la etapa de su crecimiento, cuando al ver coartada su libido ha de reprimirla en su consciente y relegarla al oculto campo del inconsciente. En este momento es cuando surge en él “la necesidad” de crear, que no es otra cosa sino volcar fuera de sí todos sus sentimientos o emociones (instintos) a los que se ha visto obligado a negar. Entonces, de la negación surge la creación. El artista, poseído de una poderosa fuerza (venida de su inconsciente), hace nacer, a través del sonido, forma, color, palabra, todos aquellos seres buenos o malos, que yacían ocultos en su más íntimo “yo”. Pero este “yo” presenta, ahora, varias facetas, varias caras, varias personalidades bondadosas y perversas que se enfrentan, luchan, aman y odian con pasión.

En el drama y en la novela o cuento es en donde surgen con mayor claridad y precisión las diversas personalidades del artista.

Puede que, como afirma James Joyce en Ulises (a través de su personaje Esteban): “Después de Dios, Shakespeare es el que más ha creado”. Lo que implicaría que Shakespeare encerraba dentro de sí un universo en el que habitaban toda clase de personajes. Y todos ellos no son sino el mismo Shakespeare. Más exactamente, como dice Joyce: “El es el espectro y el príncipe. Él es todo en todo… Su intelecto despiadado es el desaforado Yago deseando incesantemente que el moro que está en él sufra…”; de este modo “Encontró como actual en el mundo exterior lo que en su mundo interior era posible… El dramaturgo que escribió el folio de este mundo y lo escribió con ganas… es indudablemente todo en todo en todos nosotros, palafrenero y carnicero; y sería rufián y cornudo también…”.

Sin embargo, dentro de la multitud de personalidades (o personajes) que surgen dentro del drama o de la novela o cuento, hay algunos dominantes, de carácter más recio. En Shakespeare resultarían Hamlet y Macbeth. Acerca de ellos habría que hacer una observación extraordinaria: no son únicamente los personajes (o las personalidades) que más dominan (y apasionan) a Shakespeare, sino también a todo un mundo de espectadores y lectores, rebasando los límites del tiempo y del espacio. Lo cual nos llevaría a la siguiente conclusión: en todo ser humano se oculta, en menor o mayor escala, un Hamlet y un Macbeth; es decir, un Edipo (de acuerdo con Ernest Jones), quien identifica a Hamlet como Edipo y con Shakespeare: o un ser cruel que asesina por la pasión del poder.

Acerca de Hamlet, Jones copia la siguiente cita de Bradley: “Hamlet constituye no solo el carácter más fascinante, sino el más inextinguible de toda la literatura…”. Y ello, sin duda, porque en Hamlet todos los humanos encontramos algo de nosotros mismos.

Acerca de Macbeth, Freud, basado en un estudio sobre Shakespeare, realizado por Ludwig Jekels, afirma la imposibilidad de trabajar únicamente a este personaje, sin tomar en cuenta a lady Macbeth, quien, de acuerdo a la crónica de Holinshed (1577), induce a su esposo al asesinato para llegar ella a reinar. Es interesante hacer notar que el matrimonio Macbeth “no tiene hijos”. “Ahora bien —nos dice Freud—, si abarcamos la tragedia shakespeariana desde la cima que estas palabras señalan, vemos que toda ella aparece tachonada de referencias a la relación paterno-filial. El asesinato del bondadoso Duncan es punto menos que un parricidio; en el caso de Banquo, Macbeth mata al padre, pero se le escapa el hijo, y en el Macduff mata a los hijos porque el padre se le ha escapado…”.

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