LIBERAL SIN NEO

Por su propio petardo

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Hamlet, el príncipe de Dinamarca, ha “atrapado la conciencia” del rey Claudius, su tío, adivinando su intención de asesinarlo. Claudius envía a Hamlet a Inglaterra, acompañado por Rosencrantz y Guildenstern, quienes portan una carta del rey con instrucciones de matar al príncipe. Hamlet, adivinando el plan, se encargará de que sus amigos sufran el destino que fraguaban para él. En la escena cuatro del tercer acto, Shakespeare pone en boca de Hamlet la famosa frase “alzados por su propio petardo”, que literalmente significaría “estallados por su propia mina”. El petardo, de uso militar común en la Europa del siglo XVI, era un aparato en forma de campana o cono, relleno de pólvora; una especie de bomba. Alzados por su propio petardo, es quedar heridos o destruidos por la propia trama o aparato cuya intención es herir a otros.

La inmortal frase de Shakespeare en boca de Hamlet, viene al caso por la situación en la que se ve el mercado de tarjetas de crédito, dadas las recientes acciones del Congreso de la República. El Congreso ha aprobado una ley que impone mayores regulaciones, trabas y un límite a los intereses que los emisores pueden cobrar a los tarjetahabientes. No simpatizo con esta ley, pienso que el remedio provocará más problemas de los que resolverá; pero de alguna manera a los emisores de tarjetas de crédito les ha estallado su propio petardo.

No ofrezco una investigación formal y exhaustiva sobre el mercado de tarjetas de crédito; me limito a la evidencia anecdótica basada en mi larga experiencia como tarjetahabiente. En mi experiencia, los emisores de tarjetas de crédito incurren en algunas prácticas que rayan en petardo. Por ejemplo: si usted tiene un saldo de Q1,000 y paga Q990, esperaría que le cobren interés sobre la porción no pagada y adeudada, es decir Q10. Pero como todo tarjetahabiente sufre tarde o temprano, el emisor le cobrará intereses sobre Q1,000, no sobre Q10, más otros cargos indescifrables. Suponga que, en teoría, la tasa de interés aplicable sea 2% mensual. Dado que le cobran 2% mensual sobre Q1,000 y no sobre los Q10 adeudados, los intereses sobre el “saldo” resultan estratosféricos.

Otro tema es que “el mercado libre se ordena solo”, afirmación que considero verdadera. Pero la emisión de tarjetas de crédito, como la banca, son mercados regulados con altas barreras de entrada que limitan la competencia. Hay histeria regulatoria en prevención del lavado de dinero. Las prácticas de “neutralización de liquidez” del Banco de Guatemala, ofreciendo refugio rentable de fondos a la banca, mantiene la tasa de interés más alta de lo que sería en su ausencia.

Adquirir una tarjeta de crédito es una transacción voluntaria con el emisor; nadie está obligado a tener ni a utilizar el plástico. El emisor acepta el riesgo crediticio de otorgar una tarjeta y el tarjetahabiente acepta voluntariamente las condiciones. Poner al tarjetahabiente como víctima y al emisor en plan de agresor, es culpar a la comida por la gordura. Es una responsabilidad personal. La “solución” impuesta por el Congreso dañará al consumidor. Causará que muchas personas pierdan el fácil y ágil acceso al crédito. Ponerle límite legal a los intereses sufre el mismo efecto que poner precio tope al frijol: está barato, pero no hay. Los precios tope solamente producen escasez; harto y ampliamente comprobado por la teoría y la práctica. Lástima que el mercado de tarjetas de crédito haya caído en el desatino legal. Quizás los emisores han sido alzados por su propio petardo.

fritzmthomas@gmail.com

ESCRITO POR:

Fritz Thomas

Doctor en Economía y profesor universitario. Fue gerente de la Bolsa de Valores Nacional, de Maya Holdings, Ltd., y cofundador del Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN).