EDITORIAL

Portillo ya expresó lo que debía decir

El regreso de Alfonso Portillo ocurrió sin que pasara nada de lo previsto en los análisis previos: lo recibió un gran número de simpatizantes, tuvo el tratamiento otorgado a los expresidentes, y aprovechó para expresar criterios acerca de temas nacionales y asegurar que su deseo es encabezar un gran acuerdo nacional para encabezar un movimiento que tenga la meta de una reforma de la Constitución y de la Ley Electoral, así como del sistema judicial.

Es importante indicar que la cobertura de los medios informativos, tanto escritos como televisados y radiales, corresponde a que ese hecho sin precedentes constituye noticia, lo que no implica una posición de apoyo. Ya vendrán las publicaciones al respecto de la reacción de los diversos sectores nacionales y los análisis e interpretaciones de lo que Portillo expresó a su llegada y a la forma como lo dijo.

Lo que sí es evidente es que la importancia de lo que Portillo haga o deje de hacer será relacionado únicamente a las etapas del proceso electoral, que se iniciará oficial y legalmente el 2 de mayo próximo, es decir a solo dos meses de distancia. Es un tiempo corto para que compruebe si en realidad no aceptará ninguna candidatura al Congreso, como lo expresó, y su papel se reducirá a ser una especie de poder detrás del trono, independiente de cualquiera de los partidos políticos que participarán en la contienda.

Otro factor que salió de nuevo a luz es la capacidad de Portillo de decir lo que la audiencia desea escuchar. Sabe que tiene el apoyo de la clase pobre nacional y que debe rescatar y aumentar la posición favorable de las clases urbanas medias y altas. Por eso se refirió a la necesidad de cambios inminentes. Pero cuando habla de una reforma constitucional, las alarmas deben encenderse, ya que eso permite el pillaje político a la ley de leyes del país. Poca duda cabe de que las modificaciones sugeridas, aunque sean consensuadas, quedarán en manos de un Congreso cuyo desprestigio como ente nacional es pasmoso.

La popularidad de Portillo entre quienes lo apoyan es indicador de un tema preocupante. La memoria de los guatemaltecos es muy flaca y también su nivel de tolerancia a todo. Esto, realmente, es la base de la corrupción, en general, porque quienes la cometen están seguros de que en este país todo se vale y que el poder en cualquiera de sus manifestaciones es una carta blanca para el aprovechamiento para enriquecerse, y enriquecer a sus parientes y compinches de toda calaña.

Otro aspecto que se debe tomar en cuenta es la pregunta de si los delitos políticos, al ser expiados, convierten a la persona que los cometió en alguien limpio. Eso no tiene duda en el caso de los delitos comunes. Si hay consenso de que los delitos políticos caducan, eso significa que la valoración ética de esos hechos simplemente no existe, por lo menos en Guatemala.

En este momento el exmandatario dedicará los primeros días para pasar un tiempo con sus familiares. Debería entonces cesar un tiempo de ofrecer declaraciones: lo que debía decir ya lo dijo a los pocos minutos de su llegada, el miércoles.