ALEPH

Que los manden a todos

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“Piden a Lavrov que Rusia mande a la luna a guatemalteco. En el marco de la visita del ministro ruso Serguei Lavrov al país, el canciller Raúl Morales le pidió en nombre del Gobierno de Guatemala que conviertan al guatemalteco Vinicio Montoya en el primer cosmonauta de Centroamérica.” (elPeriódico, 27/3/15). La primera idea que me surgió al leer el titular y la noticia fue que mandaran a la luna (y con viaje solo de ida) a todos los que contribuyen a que Guatemala esté en las condiciones actuales.

Creo que esta acción sería invaluable y hasta de más profundo calado para nuestro país que la cooperación en áreas como seguridad, comercio y educación. Sin embargo, considerando los límites de la diplomacia y la tecnología, a lo mejor esta petición es deseable, pero seguramente imposible. Ficción aparte, es interesante ver cómo se mueven de nuevo las piezas del ajedrez político multipolar, dejando claro el interés de Rusia por Guatemala y el Sistema de Integración Centroamericana. Sobre todo sabiendo nuestra posición estratégica con relación a Estados Unidos.

No viene mal recordar, además, que inspirados en los Tratados de París y de Roma, fuimos pioneros al suscribir en nuestra región uno de los primeros tratados de integración económica del mundo. Aquello sucedía justamente cuando se gestaba y afirmaba en nuestro territorio la Guerra Fría entre Estados Unidos y Rusia. Necesariamente hay que preguntarse hoy cuánto nos hemos movido desde entonces y cómo se lee el hecho de haber tenido en un lapso de un mismo mes la visita del vicepresidente de EE. UU. al país y ahora la del ministro ruso.

Durante los últimos años, la relación entre ambos países parece haber sufrido un deterioro. Temas como el del espionaje vía Snowden, las sanciones impuestas por Estados Unidos relacionadas con el caso de Ucrania, los recursos naturales como el petróleo y el gas, los señalamientos por los presos políticos, y las diversas posturas de los aliados estratégicos en el tiempo, han definido esta tirantez. Sin embargo, tanto Obama como Putin aseguran que quieren trabajar juntos. ¿Y qué tiene que ver todo esto con Centroamérica y Guatemala, esta última frontera al Norte? ¿Por qué este renovado y públicamente expresado interés por la región de dos naciones con semejante poderío militar y político?

Sabemos que los grandes han vuelto sus ojos a Latinoamérica por razones estratégicas de índole económica y política, pero ante lo evidente de las asimetrías, lo deseable en esta región liliputiense sería una clase política mejor formada y capaz de negociar con este tipo de monstruos. Como dijo Simón Bolívar en su Carta de Jamaica (1815): “En tanto que nuestros compatriotas no adquieran los talentos y virtudes políticas que distinguen a nuestros hermanos del norte, los sistemas enteramente populares, lejos de sernos favorables, temo mucho que vengan a ser nuestra ruina…”.

Ni Estados Unidos ni Rusia están en su mejor momento, económicamente hablando, pero sus tentáculos no dejan puerta cerrada para captar áreas de influencia y recuperar su poder. Mientras el presidente ruso recuerda, en el marco del 70 aniversario de la victoria aliada sobre la Alemania nazi, la responsabilidad que tienen Estados Unidos y su país de mantener la paz en el mundo y la estabilidad internacional para enfrentar los retos y amenazas globales, el presidente de Estados Unidos afirma su voluntad de trabajar con Putin, a pesar de las sendas sanciones personales y económicas impuestas por su país a Rusia, por la anexión de Crimea.

En realidad, en esas grandes ligas los intereses que están en juego nunca son pocos, menos cuando tenemos en el lapso de un mes la presencia de sus bateadores titulares. ¿Y si no se alían Rusia y Estados Unidos? ¿Será China? ¿O Rusia y China? Viendo bien esto del poder, mejor habría que enviarlos a todos a la luna y comenzar de nuevo, para que la humanidad no tuviera imperios que la sometieran, dejando a millones de seres humanos fuera de la jugada de la dignidad.

cescobarsarti@gmail.com

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.