ROBERTO MOLINA BARRETO*

Que sea la Patria la que juzgue

Hace 10 años, Dios me bendijo con el maravilloso trabajo de ser magistrado de la Corte de Constitucionalidad. He de confesar que quizá ha sido el más difícil y, a la vez, el más gratificante cargo que he desempeñado durante los más de 30 años de ejercicio profesional.

Fue muy honroso para mí que en, marzo de 2006, el presidente de la República, en ese entonces Óscar Berger Perdomo, me haya designado para ocupar un cargo de tanta importancia, pero también de gran responsabilidad.

Agradezco el haber podido continuar con la labor de servicio a la Patria y la defensa del orden constitucional desde ese alto tribunal por cinco años más, al haber sido designado por la Corte Suprema de Justicia como magistrado para el siguiente período 2011-2016, que recién acaba de culminar.

Con el deseo de seguir sirviendo a mi país, me postulé para ocupar el cargo por un tercer período, en esta ocasión, por el Congreso de la República; sin embargo, pese a haber cumplido con todos los requisitos legales y a la experiencia de haber integrado el Tribunal Constitucional en dos ocasiones, no fui designado. Muchos comentarios se han dado al respecto, desconozco si son verdad o no, pero de lo que sí estoy seguro es que fue el mismo Dios quien lo permitió.

Desde el 14 de abril pasado me retiré de la Corte de Constitucionalidad, donde en cada resolución dictada siempre me esforcé por ejercer con dignidad la función que me fue encomendada. Puedo afirmar que siempre actué con absoluta independencia y nunca permití que se me sometiera a presión alguna.

Sé que en el Tribunal Constitucional, como órgano colegiado, se emitieron resoluciones que sin duda alguna no favorecieron los intereses de varios grupos y personas, convirtiéndolos en acérrimos detractores que recurrieron, incluso con patrañas, al método de la descalificación y el descrédito. Al final, que sea la Patria la que los juzgue.

Dejo una Corte de Constitucionalidad con un perfil muy distinto al de hace 10 años, con muchas mejoras externas, pero sobre todo con un personal cuyas cualidades espero sean valoradas por los nuevos magistrados que integrarán el Tribunal. Me siento satisfecho del legado que reciben hoy los nuevos magistrados, es muestra de que con capacidad, voluntad, valentía y, sobre todo, valores las cosas se pueden lograr.

Es momento de iniciar nuevos proyectos. Me despido, esperando sea solo un hasta pronto. El hecho de no estar en la Corte de Constitucionalidad no significa que mi lucha por la defensa del orden constitucional termine, simplemente cambia de ámbito, pues ya es parte de mi ser.

* Magistrado de la Corte de Constitucionalidad 
períodos  2006-2011 y 2011-2016

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